¡SALVE, CODIFICADOR!
Transcurría el reinado de Napoleón III entre
desesperación e inquietudes. Habiendo prometido la República se hizo Emperador
desde 1848, dejando a Francia ansiosa e insatisfecha.
En las calles de París y en las academias,
la revolución de las ideas parecía repetir el pensamiento de Voltaire,
Condoret, Montesquieu…los pre-revolucionarios.
Las iglesias se debatían bajo las amenazas del
materialismo ateo y del racionalismo nihilista que comenzaban a vencer a la
ignorancia y a los dogmas.
Comienzan los embates.
En las vitrinas de la Galería de Orleans, en
el Palacio Royal, el Sr. Dentú coloca en lugar destacado el Libro del Sr. Allan Kardec.
El abad de Lezanu, que representa la nobleza
intelectual del Clero libre, se fascina con “El Libro de los Espíritus” y afirma
que él contiene todo cuánto es necesario para, puesto en práctica, conducir a “cualquier
criatura al Cielo”.
La intolerancia, sin embargo, fermenta la
rebeldía, y el crimen derrama su ponzoña a través de los preconceptos, entre
las paredes estrechas de la envidia.
En Barcelona son incinerados 300 volúmenes
que traen el pensamiento revolucionario como si, quemando los libros, pudiesen
destruir las ideas.
El sol de la Creencia, no obstante, esparce sus
rayos como dardos victoriosos y el mensaje del Espiritismo hace renacer de las
cenizas del olvido, a semejanza de Circe*, las filosofías que fueran la gloria
de Civilizaciones pasadas, para deslumbramiento y júbilo de los tristes,
ansiosos y esclavos.
Gabinetes de empirismo y cientificismo son
transformados, y la experimentación metapsíquica revela la inmortalidad del
alma, victoriosa, después de la muerte.
El propio Napoleón III abre las puertas de
las Tullerías*, oye al Sr. Rivail, entre encantado y atento.
Los muertos
regresan, las voces hablan…
De la misma Ciudad de Lyon, en la que el
Cristianismo conoció tantos testimonios de fé, a través del martirio, en los
primeros siglos, el mundo recibió, con Kardec, el mensaje portador de luz y de
consuelo para la Humanidad entera.
Se cumplen las promesas de Jesús.
El Espíritu de VERDAD llega, consuela y
permanece;
La fe se esclarece, perdura y guía;
La Ciencia afirma la Creencia y el
conocimiento se apoya en la fe, en términos exactos y reales.
Nuevos horizontes se abren a la
investigación. Se presentan otros rumbos para el saber.
Las premisas de la paz establecen las
directrices de la felicidad, y el Cristo, vivo y triunfante, vuelve al nostálgico
corazón de cuantos lo aguardan expectantes, confiados.
Gloria a ti ¡oh , Kardec!, victorioso
constructor de los tiempos nuevos. Tus discípulos, jubilosos y gratos, te
rinden homenaje y te saludan.
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- Circe: En la mitología griega, celebre hechicera de la isla de Ea.
- Tullerías (Palacio de las): Morada de los reyes de Francia en París.