EL MODERNO ESPIRITUALISMO Y LA JUVENTUD
SANTIAGO
A. BOSSERO
EL
MODERNO ESPIRITUALISMO Y
LA JUVENTUD
EXORDIO
Joven, que te ofrendas en acción
permanente, que alimentas con energía la flama eterna del ideal que estremece
lo intimo de tu espíritu; sumérgete cada aurora en la fuente de eterna juventud de la doctrina de los
Espíritus.
Saldrás de ella renovado,
trasformado, anheloso de brindarte al progreso camino de las cumbres, a
impulsos de tus mejores pensamientos, vitalizados, saturados y renovados con las
vibraciones espirituales de los seres invisibles superiores, que te apoyarán
generosamente en cada instante de tu existencia que consagres al estudio, al
amor y a la justicia.
Atento y vigilante frente a un
mundo requemado con oscuras y siniestras pasiones, de ti dependerá el nuevo
tipo humano, enriquecido con las verdades Espíritas que, destruyendo “los
prejuicios de sectas y de castas” darán nacimiento al artista y al filósofo, al
científico y al sacerdote, los cuales irradiarán luz y no tinieblas, amor y no
odio, paz y no guerra, libertad y no esclavitud.
Los discípulos de Allan Kardec
son los antiguos cristianos reencarnados en un siglo de descomposición moral y
de creciente materialismo, con la misión de mantener con firmeza la antorcha
que alumbra el planeta desde la trágica noche del Gólgota.
Para cumplir esta noble acción
deben afirmar su personalidad moral y espiritual, vivir intensamente, de
instante en instante, con mente creadora y con perfecta armonía del corazón y
de la inteligencia.
Los senderos que llevan a la
cumbre de esta nueva personalidad humana serán transitados por los espíritus
progresistas, decididos a realizar la obra de fraternidad, igualdad y libertad,
esencia de las doctrinas evangélicas de Cristo, así como las de todos los grandes
iniciados que se ofrendaron en el plano físico en aras de la raza.
El espiritista, así como todo
espiritualista que alienta estas nobles inquietudes, es joven, cualquiera sea
su edad, si se mantiene en permanente vinculación con las leyes divinas de elevación,
progreso y transformación ascendente de todo cuanto alienta y vive en el plano
terrenal.
I
LA EMOCIÓN CREADORA
“Solo el
progreso moral - asevera Allan Kardec – puede asegurar la felicidad de los
hombres en la tierra, enfrenando las malas pasiones; sólo él puede hacer reinar
entre ellos la concordia, la paz y la fraternidad ”.
Hay una relación directa entre la aurora que despliega sus
alas luminosas, pintando de arrebol el cielo, a la vez que se proyecta en las
cumbres de las montañas para descender lentamente por los caminos de la tierra,
ahuyentando las sombras de la noche, y el crepúsculo, que hace policromía de
arco iris para vibrar intensamente en el nuevo día, en proceso de continuidad y
realización progresiva.
Así también, la vida del niño se enlaza con la del joven y
con los trémulos pasos del anciano que marcha hacia un crepúsculo físico, que
será para su alma aurora, al llegar a los planos invisibles, si supo aprovechar
la jornada, si su acción fue impulsada por la emoción creedora en lo artístico
y en lo intelectual, en lo moral y espiritual.
El espiritismo sabe de un devenir ascendente de la especie,
sobre la base de la transformación moral, de los esfuerzos, trabajos y tesón
que la juventud desarrolle sin medir espacio ni distancia, sin tregua ni pausa.
Tendrá el elevado criterio de recordar lo mejor del pasado,
digno de ser realizado y superado, luchando desde todos los ángulos de la
sociedad contra las fuerzas regresivas, que pretendan poner valla al impulso
renovador y revolucionario que caracteriza a cada nueva generación, que trae en
lo más intimo de su espíritu la rica veta
de esperanzas y promesas contraidas en los planos invisibles antes de
ceñirse la armadura de carne.
La juventud incorporada a el espiritismo sabe de las infinitas
posibilidades, de la intensidad de la acción a desplegar, de los anhelos y
esperanzas que se agitan al ritmo de las nuevas existencias, que impulsan a la
conquista de más profundos conocimientos y al desarrollo de elevados
sentimientos de amor y fraternidad.
Esta juventud, que sucede a la generación que se marcha
lacerada, lastimada y profundamente herida, por las funestas consecuencias de
la guerra, la violencia y el terrorismo,
tiene a su favor el conocimiento de la ley de causalidad, sabe de una justicia
inmanente, lo que establece definitivamente la verdad divina de comprender que
cada uno es el artista de su alma, el artífice de sus virtudes, el forjador de
su libertad espiritual y el creador de su cuerpo etérico de luz y belleza.
Conoce y comprende donde radica las causas de su dicha o de
su dolor, de su libertad o esclavitud, de su elevación o caída sin endosarlos
exclusivamente a las condiciones sociales que lo rodean.
Busca y encuentra en las profundidades de su espíritu en el
templo interior de su alma, en la zona misteriosa del subconsciente, en los
pliegues de su periespíritu, la historia de un pasado que incide en cada
instante de su vida presente.
Pero lo alientan la fe y la esperanza de una constante y
permanente conquista superior, al enriquecer su espíritu con nobles
pensamientos, con la meditación y el estudio de las leyes superiores y divinas, que al ponerlo en
contacto con espíritus superiores lo acercan a Dios.
El valor efectivo de estos conocimientos lo pondrá en
evidencia en todos los actos de su vida, en su fecunda obra constructiva de
adelanto y perfeccionamiento, en lo familiar y
lo social.
Tendrá un concepto integral de los problemas humanos,
comprendiendo que para realizar sus mejores aspiraciones como artista, poeta,
escritor, arquitecto, constructor u obrero, necesita estar rodeado de
condiciones sociales propicias que lo ayuden y secunden en sus nobles
propósitos y aspiraciones.
En consecuencia, no colocará al individuo en un extremo y a
la sociedad en el opuesto, pues sabe que un lazo permanente lo une a lo
colectivo, lo que le impone el deber de luchar por los desheredados, por los
pobres y los humildes, combatiendo la injusticia, proclamando la ley de
libertad: libertad de pensar, libertad de conciencia, libertad de enseñar y
libertad de rechazar todo lo que atente contra la justicia y el bienestar social.
Recordará, con Víctor Hugo, que la “libertad es la aspiración y la respiración del genero humano”, y
que nadie debe constreñirla o limitarla por los intereses creados de
determinada clase social.
Para concretar estos ideales de superación debe, en primer
término, actualizar las potencias creadoras de su alma, buscando en lo más
intimo de su ser la fuente inagotable de
fuerzas morales y espirituales, sintiendo los llamados misteriosos, pero
imperativos, del ideario espírita, que lo estremecen con la emoción creadora
del artista, quien al esculpir el bloque de mármol forja con el cincel la
estatua eterna que impregnará de luces divinas su espíritu inmortal.
La juventud espiritista, en constante alerta, en tensión
permanente, marchará con firmeza y en
acción constructiva hacia un futuro mejor, colaborando en todo esfuerzo que
tienda a mejorar las condiciones de vida de los pueblos.
Así lo señala el codificador de la doctrina espiritista: “Ningún hombre tiene facultades completas.
Por medio de la unión social se complementan los unos a los otros para
asegurarse el bienestar y el progreso. De aquí que, necesitándose unos a otros,
han sido hechos para vivir en sociedad y no aislados”.
Es, pues, imprescindible que la juventud oponga firme
resistencia al espíritu estático y conservador que caracteriza a la mediocridad
la cual impone quietismo a la juventud, rutina en las ideas y acciones,
domesticando al hombre, condicionándolo para la hipocresía y el menor esfuerzo,
debilitando la responsabilidad moral y adormeciendo los nobles impulsos de la
fuerza interior, que se transfigura en emoción creadora en la reforma y
perfeccionamiento de la personalidad.
De las señales que fueron dejando su paso por la tierra por
espíritus excelsos recordará siempre el pensamiento del poeta argentino Esteban
Echeverría: “La vida es un combate
perpetuo contra la maldad que nos circunda”.
Impulsará su acción constructiva por las sendas señaladas
en el libro de luz que proyectado por el Espíritu de Verdad, recorre los
amplios y extensos caminos del mundo con el nombre de “El Evangelio según el
Espiritismo”.
El diamante es laborado por el lapidario que, puliendo las
ásperas aristas, las transforma en brillantes facetas.
La juventud Espiritista en la era contemporánea se
proyectará en permanente forja, para hacer del espíritu de esta generación una
estrella luminosa que señale la crística senda de la regeneración y
perfeccionamiento de la raza.
Acelerar la evolución espiritual trabajando con entusiasmo,
ofreciendo las mejores energías a todas las ideas, pensamientos y acciones de
progreso, constituye el motor esencial, que al aumentar sus revoluciones
acrecienta la corriente positiva que extenderán su influencia sobre todos los
pueblos.
II
PROGRESO Y EVOLUCIÓN
El progreso obedece a una ley
inmutable, porque es el pensamiento permanente de Dios infundiendo energías a
todas sus criaturas, impulsándolas a la realización de obras de bien común, de
solidaridad y trabajo en beneficio de la comunidad.
Los espiritistas, sintiendo el fuego del espíritu que
arde en lo misterioso de su ser, tienen plena seguridad en las eternas fuerzas
morales y espirituales, en la eficacia de los valores constructivos del
Espíritu, que constituye el signo divino de la raza.
Comprenden y se explican los causales que han
motivado la descomposición moral del tipo humano moderno, con su secuela de
trastornos, confusiones y tremendos dramas sociales. Saben y repiten el
pensamiento kardeciano: "A menudo el
hombre no descubre en esas conmociones más que la confusión y el desorden
momentáneo que lastiman sus intereses materiales, más, el que levanta su
pensamiento sobre la personalidad admira los designios de la Providencia que
del mal hace salir el bien. Es la tempestad y el huracán que sanean la
atmósfera después de haberla agitado”.
La transformación ascendente, constructiva y efectiva,
requiere plenitud de libertad, pues en ella se nutre la emoción creadora.
Si las energías morales y espirituales se debilitan, si la
rutina y la mediocridad invaden el alma, sobreviene la vejes prematura, que
constriñe y limita la acción constructiva. Numerosos jóvenes, plenos de
vitalidad física, se mueven dentro de limitados esquemas materiales, sin inquietudes
ni propósitos definidos dentro del conglomerado humano.
Son como las tumbas que la fastuosidad del magnate adorna
con artísticas formas, bellas en lo externo, pero corroídas en su interior por
la obra silenciosa y permanente de los gusanos.
En ellas encuentran grietas psicológicas los zánganos de la
colmena humana, los intereses creados, los prejuicios sociales, el espíritu
posesivo, las bajas pasiones, la sed de riquezas y todo quehacer que conduce a
la fosa común de las pasiones bajas y oscuras.
La idea divina de progreso esta consustanciada con la
Revolución Francesa, en su noble aspiración de lograr los derechos políticos, y con la
Revolución Rusa, en la visión socialista de resolver el drama humano en su faz
económica.
La primera conmoción nacida en la Francia inmortal y eterna
sacudió las bases mismas de la civilización, hito que despertó nuevas y
profundas inquietudes, que insufló el espíritu de libertad, que alentó,
proyectó y logró establecer derechos humanos inalienables.
Sus proyecciones de carácter universal fueron limitadas por
el egoísmo y el orgullo, enraizados en el ser de la humanidad; por la falta de
madurez espiritual y social, por la preeminencia del espíritu de clase y por la
fuerza bruta de que ésta disponía.
A pesar de todos los obstáculos señalados, el espíritu de
libertad conquistó el corazón y el pensamiento de los mejores, fue levadura que
agitó el alma de los pueblos de América y contribuyó a su emancipación.
La segunda sacudida, al destruir la autocracia zarista,
confirmó el pensamiento espírita expuesto por Kardec: “Es preciso que todo sea destruido para que renazca y sea regenerado por
que lo que vosotros llamáis destrucción no es más que una transformación, cuyo
objeto es la renovación y mejoramiento de los seres vivientes ”.
Después de este trascendental acontecimiento histórico, los
pueblos despiertan a nuevas aspiraciones, los trabajadores comprenden mejor sus
derechos, las masas reclaman un puesto en la dirección social de los pueblos;
es la etapa de los sudras, que confirma el pensamiento hindú del advenimiento
de los que producen y laboran en la dirección y construcción de un mundo mejor.
Todas las naciones son sacudidas por un ansia incontenible
de renovación ascendente, de
transformación y elevación de sus condiciones de vida.
Pero el impulso que el socialismo ha dado a la
civilización contemporánea no es más que un capítulo que escribe la historia, a
la que es de necesidad señalar el aspecto fundamental de una evolución
integral, que resuelva el drama de la vida, con el conocer de lo que es el
hombre, del misterio de su ser psíquico y de las facultades supranormales que
afloran en la raza y que lo relacionan con un mundo invisible, que lo pone en
contacto con la vida de ultratumba.
Es oportuno recordar que en el siglo XIX Augusto
Comte llegó a sostener que el estadio científico aportaría la más alta
expresión a que podía aspirar la evolución humana.
Los hechos posteriores han demostrado que a este
pensamiento le faltó el conocer de la esencia espiritual que impulsa todo
progreso de lo menos a lo más, de la sombra a la luz, del germen a la
floración. . ., de lo inconsciente a lo consciente.
Esencia que trasciende la forma y se proyecta más
allá de la tumba, prosiguiendo su evolución y transformación permanentes, a
través de un proceso palingenésico, que permite al ser manifestar las riquezas
internas que un día le darán las alas para remontarse a los cielos,
conquistando los mundos superiores.
La doctrina espiritista sustenta los elementos esenciales
de una evolución integral, de permanente incidencia en la transformación del
individuo y de la sociedad, sosteniendo que el planeta tierra, de mundo de
expiación y prueba, debe elevarse a un mundo de cultura y progreso, mediante el
estudio, el trabajo y el desarrollo de los mejores sentimientos que pueden
expresar y desarrollar sus habitantes.
En
esa sociedad futura espírita la persona constituirá el centro de las más
elevadas inquietudes científicas, filosóficas, religiosas y sociales, aportando
las ,sólidas bases de un orden social que será la antítesis del Estado
contemporáneo, que llamándose democrático o dictatorial, constriñe y limita las
mejores y más fecundas aspiraciones de la criatura.
Para que la raza pueda ascender a la escala de los
mundos mejores es esencial el despertar de una conciencia, que enraíce con los
conocimientos espíritas, lo que dará una admirable síntesis: el conocimiento de
la ley de responsabilidad, con su incidencia y consecuencias en todos los actos
que el ser ejecuta en el transcurso de su existencia.
III
CONCIENCIA Y CONOCIMIENTO
La conciencia ejerce una función permanente en la practica
de nuestras facultades maestras: la voluntad, la inteligencia y la
sensibilidad.
En lo más profundo del ser, en el santuario íntimo, en la
región inmutable, está radicada la conciencia, la que constituye el centro
mismo de la personalidad.
Si bien es cierto que toda conciencia es anticipación del
porvenir, en ella hay una tracción que nos hace volver a caminar caminos
transitados.
Es certidumbre la existencia de un puente entre el pasado y
el porvenir, que la conciencia alerta analiza en eterno presente.
Para Feliciano Challaye la conciencia, en el sentido
psicológico de la palabra, es el poder de conocer lo que pasa en nuestro
interior; la facultad de percibir los fenómenos psicológicos.
Conocerse a sí mismo es tener conciencia de nuestros
pensamientos, sentimientos y actos: sentir y actuar en armonía y plenitud de
realización.
Este centro de “control” permanece indestructible, a pesar
de todas las incidencias que sufre en el transcurso de la existencia. Es la
zona donde se acumulan todas las experiencias, con la grabación de los actos
realizados, las intenciones, las causas y motivos de las acciones, con sus
consecuencias felices o desgraciadas.
Las determinaciones de la conciencia permiten seguir, en el
análisis introspectivo, el grado de lucidez y responsabilidad del espíritu.
Para León Tolstoi la conciencia es la parte esclarecida,
espiritual del hombre, es la voz del ser único, de la esencia divina que en
todos nosotros reside.
El Espiritismo ha profundizado el conocimiento psicológico
del ser de la persona y una vasta experimentación ha desbordado los límites de
la conciencia, condicionada por los actos de la vida presente, pues ha
comprobado que en ella se van acumulando en series, perfectamente concatenadas,
todos los procesos de sus vidas anteriores.
La voz de la
conciencia sería así la resultante de una gloriosa epopeya realizada por el
espíritu en su evolución y transformación de estados inferiores a formas de
mayor comprensión y responsabilidad.
La juventud que se adentra en el saber de la filosofía
espírita comprende todo el peso de su responsabilidad y la tarea específica que
consiste en pulir, elevar y dignificar todos los actos de su existir,
desarrollando y embelleciendo sus sentimientos, cultivando su inteligencia en
la búsqueda de las verdades eternas y en el conocimiento de las leyes
espirituales.
Su acción personal no significa aislamiento dentro de la
comunidad, sino estrecha relación con cuanto es vida y acción objetiva, a la
vez que se une con la otra forma existencial, que actúa desde los planos
invisibles, de donde recibe sus más altas inspiraciones, así como la protección
y ayuda permanente de los espíritus superiores.
El siglo actual nos presenta un tipo humano que extendió
los dominios de la inteligencia, aplicándola al conocimiento de todo cuanto nos
circunda, mediante un firme criterio de observación y análisis.
La tarea lo ha llevado a conocer las leyes que ocultaban la
constitución íntima de la materia.
El extraordinario avance de la tecnología afronta la
tragedia del hombre máquina, que se perfila con un oscuro dramatismo que
encierra con anillos de acero a toda la sociedad contemporánea.
Frente a este drama, el joven espiritista tiene un
importante papel que desempeñar, haciendo conocer las leyes morales y
espirituales de la doctrina que profesa.
Para él, conciencia es conocimiento, pero no el
conocimiento psicológico destinado a dominar a los hombres, sino el
conocimiento que está consubstanciado con la conciencia y constituye un saber
integral del espíritu.
El conocimiento sin el saber espiritual no es mas que un
estado y desarrollo de la inteligencia, mientras que la sabiduría es la
aristocracia intelectomoral que estableciera Kardec.
Vuelva el hombre su mirada al cielo, escuche en su corazón
las voces invisibles, comprenda su responsabilidad, desarrolle su conocimiento
tomando como base los mandatos de su conciencia y entonces comprenderá el
exacto significado de ir hacia Dios por
el amor y la ciencia .
Cristo, maestro de sabiduría, dejó caer rosas blancas
perfumadas de bondad, para que aprendiéramos a escuchar a Dios en nuestros
corazones, porque allí está su reino.
IV
MEDIOCRIDAD E HIPOCRESÍA
Todo cuanto nos rodea es vida, es búsqueda incesante,
anhelo de realización.
El insecto se proyecta en impaciente tarea para poder
subsistir, pero envidia a la mariposa cuyas alas doran los rayos solares.
La mariposa se agita en constante vibración, libando el
néctar de las flores.
Cuando la brisa la atrapa, se desplaza hacia las alturas y
se transforma en una flor de luz. Pero en lo más profundo de su ser de vida,
sueña con las firmes alas de los pájaros y el dulce misterio de sus trinos.
Éstos conquistan los cielos, se multiplican en las selvas y
montes, en los valles y montañas, haciendo de las copas de los árboles
observatorios del cielo, soñando con las potentes alas del cóndor.
Las blancas cumbres de las montañas ejercen poderosa
atracción para todas las alas, y son poemas para la imaginación del poeta,
sueño e inquietud de los viajeros que desean descifrar el misterio de las
alturas que conviven con las nubes y las estrellas. Desde la fuente cantarina,
el verde de los prados, las flores de los senderos los surcos del dorado trigo,
todo cuanto se agita el germen de lo que quisiera ser.
El espíritu en permanente anhelo, en sueños de realización
en proyectos y ansias de superiores aspiraciones, es ímpetu creador, que en el
joven espiritista forja alas de acero, para lograr nuevas perfecciones, renovar
su saber, desarrollar facultades que agudicen su sensibilidad y le permitan
sentir la caricia suave, el pensamiento orientador y la protección sutil del
amigo invisible.
La existencia tiene valor cuando el espíritu expresa sus anhelos
en realizaciones permanentes: arando, escribiendo, cantando y construyendo.
“Vivir es aprender
para ignorar menos; es amar para vincularnos a una parte mayor de humanidad...”
El adepto espirita hace de cada hora sesenta minutos de
realización sintiendo una nueva esperanza, practicando obras de amor y caridad,
renovando ambientes anquilosados, sacudiendo la rutina, desterrando la
mediocridad.
Todo espiritista de mente creadora, de viril y firme
personalidad, de espíritu investigador y buceador de la verdad espiritual y
eterna, es hostil a lo mediocre.
Gesto altivo, mirada ardiente, corazón pletórico de amor,
tiene “firmeza y luz, como cristal de roca” contra los prejuicios, la
maledicencia, el orgullo y el egoísmo.
Pero es perfume y ambrosía ante el dolor.
Es sacrificio y ayuda al viajero que se acerca herido por
los abrojos de la vida, consuelo para el triste, sostén de ancianos y enfermos,
protección para el niño; santo, bendito y sublime en su amor por toda mujer,
recordando al Cristo que envolvió con su irradiación sublime a la más pecadora,
“porque mucho había amado”.
Los rutinarios conservadores y apegados a la letra que
mata, temen a los innovadores, “cierran
el corral cada vez que cimbra en las cercanías el aletazo inequívoco de un
águila”.
Numerosas instituciones espiritualistas se caracterizan por
su estancamiento, por la repetición permanente de cansadoras prácticas,
forjando un ambiente saturado de rutina, que se infiltra en los corazones y
detiene el brazo que tiene el arco con la flecha que lleva prendido un nuevo
sueño.
La juventud de nuestras sociedades debe obrar con
intensidad idealista, con impulso renovador, pensando que vivimos y actuamos en
el siglo XX y que el hombre está próximo a confirmar científicamente la verdad
espírita de otros mundos habitados.
Nuevos mensajes espirituales, saturados de luz, con las
verdades que hacen al mundo contemporáneo, están proyectados por las jerarquías
espirituales superiores, pero reclaman a los nuevos médiums, con facultades
extrasensoriales capaces de ser receptoras de pensamientos que trascienden los
caminos trillados, proyectando ideas que hacen al futuro del ser y del planeta.
Pero no olvide el joven que todo espíritu creador
progresista y renovador, que intuye y señala nuevos y más amplios horizontes,
es hostil a la mediocridad y a la hipocresía de los que viven y se nutren de
mentiras convencionales, que se acomodan y adaptan al poderoso, que halagan al
magnate, que hacen de sus palabras y actos alfombra servil para el transitar de
los espíritus oscuros. El adepto firme en su momento histórico, de vida y
realización, siente que el ideal es emoción, agita las pulsaciones del corazón,
da calor al pensamiento, vigor al brazo, energía a la acción.
Construye y afirma, renueva y crea, al compás del martinete
que hace base de granito para construir el templo universal del espiritismo
Kardeciano.
Todas las fuerzas negativas se condicionan y alían frente a
toda renovación progresista para dar apariencias de verdad para dar apariencias
de verdad a la estulticie.
Son cientos los anchos que convergen en sus actividades
tratando de clavar el ala que conquista los espacios, detener los brazos que
renuevan las aguas estancadas, marchar el blasón del poeta, detener la pluma
que es luz y acallar la voz que es promesa de lirios para los yertos campos del
espíritu de la especie.
Toda doctrina que se aparta del proceso dialéctico, del
determinismo dinámico de progreso, renovación y transformación, cierra sus
caminos a la constante visión de futuro, pliega sus alas y muere en la charca.
El sabio francés, gloria estelar del Espiritismo, expresó
su concepto dialéctico en sentencia que vencerá todo tiempo, apartará
obstáculos y señalará: “El Espiritismo,
marchando con el progreso, nunca se desbordará; porque si nuevos descubrimientos
le demuestran que está en el error sobre un punto, se modificará sobre este
punto; si una nueva verdad se revelara, la aceptaría.”
El sendero del idealista está cubierto de malezas, de
obstáculos, de rocas de duras aristas, de charcas de aguas corrompidas, y de
todos los elementos negativos que siembran los espíritus inferiores para
oponerse al progreso .
El retardado, anquilosado en el esquema estrecho de su
mezquindad, lleva marcada su frente con el estigma de su pobreza intelectual y
espiritual.
Hace turba con los que arrojan piedras al jilguero que pone
música en las copas de los verdes árboles de la esperanza y el amor.
El joven espírita debe vencer toda barrera, apoyado en las
fuerzas del poderoso ideal que le brinda las fuerzas morales y espirituales que
estructuraran la nueva civilización.
V
LA VERDADERA CIVILIZACIÓN
Marchemos todos los espiritistas, unidos nuestros
pensamientos con la suave emoción de recordar al Maestro que trazó los
lineamientos de la obra, afirmó sus bases en las verdades divinas, elevando
sobre cimientos eternos el templo de la humanidad, que irradiará la belleza y
grandeza doctrinal que necesita el ser para realizar su alto destino.
Hagamos de su enseñanza plegaria de cada día y acción en
todos los instantes de la jornada.
“El progreso de la humanidad – ha señalado – se
verifica en virtud de una ley, y como todas las leyes de la naturaleza son obra
eterna de la presencia y sabidurías divinas, todo lo que en virtud de estas
leyes se produce es resultado de la voluntad de Dios, no de una voluntad
accidental y caprichosa, sino de una voluntad inmutable. Por lo tanto, cuando
la humanidad está dispuesta para ascender un grado, puede decirse que los
tiempos señalados por Dios han llegado, como puede decirse también que en tal
estación han llegado para la madurez y recolección de los frutos.”
La observación, análisis y estudio de los fenómenos
sociales de nuestra época nos dice de un rápido avance y una firme
transformación que inquieta a todos los hombres y que se extiende a todos los
países y las razas.
Se atenúan las diferencias sociales, los pueblos reclaman
su independencia nacional, luchando contra el coloniaje y el imperialismo.
“Dios
vela incesantemente por la ejecución de sus leyes... ”
Leyes de sociedad, de progreso, de igualdad, de libertad,
de justicia, de amor, de trabajo...
La aplicación de estas leyes a todas las actividades
humanas es la resultante de una madurez espiritual, madurez que acelera el
conocimiento de la doctrina que nos acerca al mundo espiritual.
El espiritismo apresura la evolución espiritual de la raza
destruyendo el crudo materialismo con los hechos mediúmnicos, con los fenómenos
supranormales que afloran en todas las clases sociales y en todas las naciones.
Kardec precisa los caracteres que distinguen a los pueblos
más cultos y civilizados, señalando que en ellos impera “menos egoísmo, codicia y orgullo; donde los hábitos son más
intelectuales y materiales; donde la inteligencia puede desarrollarse con mayor
libertad; donde hay más bondad... donde las leyes no consagran ningún
privilegio y sean las mismas, así para el último como para el primero; donde se
distribuya la justicia con menos parcialidad; donde el débil encuentre siempre
apoyo contra el fuerte...; en fin, donde todo hombre de toda voluntad se halle
siempre seguro de no carecer de lo necesario.”
He aquí admirablemente sintetizado el pensamiento
kardeciano, que para el joven no constituye una bella teoría, sino
responsabilidad, acción permanente y transmutación de los valores inferiores
que existen en la sociedad, en virtudes superiores.
Analice la nueva generación espírita todo el alcance de la
expresión expuesta: “menos egoísmo,
codicia y orgullo”.
En el camino recorrido por el hombre la aristocracia
significó en los primeros tiempos el poder ejercido por los mejores,
reconociendo como tales a los patriarcas; las luchas y divisiones originaron el
gobierno de los más fuertes; éstos transmitieron sus poderes y bienes a sus
descendientes, que consolidaron sus privilegios y riquezas, creando el derecho
divino.
Pero todo sistema social necesita del esfuerzo, el trabajo
y la acción permanentes de la clase
laboriosa.
Los trabajadores debieron soportar todo el peso de las
tareas más abrumadoras, acrecentando las riquezas, que permitían a una minoría
disfrutar de todas las ventajas proporcionadas por la ciencia, así como el goce
de todos los bienes culturales y artísticos de la civilización.
Con el tiempo se elevó la inteligencia popular, se
acrecentó el sentimiento de justicia y, agrupándose la clase trabajadora en
poderosas organizaciones, inició la lucha para desterrar los privilegios,
terminar con la aristocracia del dinero, y trató de establecer la igualdad ante
la ley.
El espíritu posesivo apeló a todos sus recursos para
sostenerse en el poder y con el concurso de la fuerza logró mantener la
aristocracia de los magnates.
El espiritismo tiende a establecer la aristocracia
intelecto-moral, síntesis de la unión de la inteligencia y de las virtudes
espirituales y morales, lo que anunciará el advenimiento del reino del bien en
la tierra.
Todo sistema social superior, como el que significa el
Espiritismo, debe desterrar ventajas y privilegios personales, colaborando toda
la comunidad en el bienestar general.
Tienen valor actual las palabras de San Pablo: “El que no trabaja, que no coma ”; el
pensamiento de San Gerónimo: “la
opulencia es siempre el producto del robo ” y el no menos explícito de
Cosme Mariño al señalar que “el carácter
de inviolabilidad que tuvo el derecho de propiedad debe su origen al paganismo;
el cristianismo tiende a abolirlo”.
Por su parte nos alecciona Allan Kardec cuando expone: “la riqueza y el poder engendran todas las
pasiones que nos apegan a la materia y nos alejan de la perfección
espiritual... ”
Los maestros de la humanidad son focos de luz coincidentes,
que aumentando su intensidad se proyectan e irradian en cada época, de acuerdo
con la evolución lograda por los pueblos.
Gandhi, una de las personalidades más notables de nuestros
días, principal promotor en el logro de la independencia de la India, fue
herido profundamente en su sensibilidad por el drama de los parias, por el
orgullo de las castas, así como por la opresión y el egoísmo de la aristocracia
del dinero.
No vaciló en enseñar al pueblo: “cuando la ley te impida amar al prójimo, desobedécela; pero antes
anuncia tu decisión con tiempo ”.
Las transformaciones de la sociedad contemporánea obligan
al espiritista a considerar lo que en algún tiempo se dio en llamar las pruebas
de la riqueza y de la pobreza.
En el primer aspecto, la elevación espiritual del rico
consistía en ser un buen administrador de los bienes que tenía a su alcance,
usándolos con prudencia para el bienestar colectivo.
La pobreza se estimaba como factor determinativo en el
desarrollo de las actividades del espíritu, en la adquisición de facultades y
el florecimiento de ciertas cualidades.
Sin embargo, la lucha por el pan de cada día fue tragedia
permanente, ejercicio y desgaste del músculo, así como de la mente.
Los espíritus evolucionados, plenos de amor y fraternidad,
lucharon incansablemente y muchas veces ofrendaron sus vidas por lograr mejorar
las miserables condiciones de vida del proletariado, pues, como bien lo señaló
Jean Jaurés, jefe del partido socialista francés, asesinado por oponerse a la
guerra de 1914: “En la abyección de la
miseria, en la incertidumbre de la vida, las altas alegrías se pierden como una
pobre luz sobre el cieno de las calles. Hay que libertar, pues, a las
multitudes pobres de la servidumbre y de la miseria ”.
Resulta evidente que para lograr que el espíritu pueda
desarrollar sus mejores sentimientos, gustar las emociones artísticas, sentir
vibrar su alma con el poema, palpitar con el pensamiento constructivo del
escritor y del orador, es preciso que no carezca de lo necesario, pues ello le
permitirá gustar con armonía y plenitud las alegrías del espíritu.
Esta visión del futuro social, que llevará paz y
tranquilidad a los lugares más humildes, eran meditación profunda y creadora en
el espíritu inquieto, renovador y visionario del maestro Cosme Mariño.
Por eso se sobrepuso a los prejuicios de su época y sostuvo
una valentía ejemplar: “El socialismo,
bajo su faz económica y con las reglas morales que establece para dignificar y
elevar a la clase trabajadora, no puede menos que orientarse en los mismos
principios del espiritismo. Pero el espiritismo va mucho más lejos, porque no
se limita a la faz económica, sino también a la faz espiritual, proclamando las
doctrinas filosóficas que explican y fundan el derecho legítimo de todos los
hombres a la vida y, por lo mismo, a no carecer de los medios indispensables
para vivirla dignamente... ”
El establecimiento de una civilización que responda a la
doctrina de los espíritus debe tener presente lo que expone en “El Evangelio según
el espiritismo”, capitulo IX, el codificador al comentar las palabras de
Cristo: “Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad ” (San Mateo, cap. V, v. 4).
Señala que hasta que sea venida la hora en que los bienes
de la tierra serán retenidos por los violentos en perjuicio de los mansos, a
quienes muchas veces falta lo indispensable, pero cuando la ley de amor y
caridad sea ley de la humanidad, el débil y el pacífico ya no serán explotados
ni pisoteados por el fuerte y el violento.
Los adelantos de la ciencia, intensamente manifiestos en la
técnica moderna, han realizado verdaderos milagros, acercando los pueblos,
estrechando relaciones, contagiando ideas, movilizando las masas e impulsando
el progreso.
Todo vibra y se agita a impulsos del pensamiento del
arquitecto Divino.
Se van dando las condiciones favorables a la distribución
equitativa de los bienes y riquezas que brinda la tierra al trabajo y esfuerzo
del hombre.
Y así como han desaparecido las terribles iniquidades del
pasado, la esclavitud, los atropellos y abusos de las primeras comunidades,
nuestro siglo contribuirá al bienestar general haciendo de los bienes y
riquezas de la tierra poderosos elementos para cubrir las necesidades
económicas y satisfacer las inquietudes intelectuales y espirituales de todos
los hombres.
Para poder lograrse este enfoco social, que constituirá la
más grande revolución que registre la historia, es fundamental el conocimiento
integral de lo que es el hombre, el objetivo de la vida, así como de su elevada
y trascendental finalidad, que se inicia en el plano físico y se proyecta más
allá de la tumba.
A esta tareas de proyecciones universales esta llamada la
juventud espiritista de la actual generación, que afronta la crisis moral y
espiritual más intensa de todos los tiempos; recordando a cada instante que el
Espiritismo entrará en la historia cuando sus postulados sean aplicados a la
solución de todos los problemas humanos.
VI
CONOCIMIENTO INTEGRAL
Los siglos transcurridos han demostrado que la esencia del
Evangelio no ha llegado hasta el recinto sagrado del alma.
El Sermón de la montaña, código de leyes que señalan un
sistema superior en las relaciones humanas, no ha podido desterrar las guerras
revoluciones, crímenes sociales, dictaduras, persecuciones, imposiciones
religiosas y políticas, abusos estatales, en detrimento de las libertades
fundamentales de toda sociedad superior.
La doctrina, la vida y ejemplos del nazareno no han
producido todos los frutos beneficiosos a la colectividad que eran de esperar.
Es imprescindible que al Cristo divino, encarnación de la
Ley, se una al Cristo social, para que así se pueda elevar el nivel espiritual
y económico de todos los pueblos y razas.
Insistimos en la necesidad de una revolución integral sobre
la base del conocimiento de lo que es el hombre, considerado desde los ángulos
de mira espiritual y físico.
Esta revolución, equidistante de las llamadas derechas o
izquierdas, conservadoras o renovadoras, comprende a todo el conglomerado
social, y su propósito esencial consiste en hacer efectivos los postulados de
amor y fraternidad que proyectara el Cristianismo y que hoy reafirma el
Espiritismo, con el profundo conocimiento de las leyes espirituales, accesibles
al hombre contemporáneo, por el grado de madurez que ha logrado.
La medida y el justo medio, que señalara el pensamiento
filosófico griego, bien comprendido y aplicado a los inquietantes problemas
actuales, pueden aportar efectivas soluciones sin violencias, odios, caos y
confusión.
Alejar
las sangrientas revoluciones y los conflictos guerreros, que tuvieron su razón
determinativa en el proceso histórico de los pueblos, para. instituir la nueva
civilización, es la obra esencial del siglo XX.
La Doctrina de los Espíritus, aportando toda la
riqueza de su filosofía existencial y de su valiosa experimentación mediúmnica,
afronta las eternas inquietudes del ser: Dios,
el alma inmortal, la pluralidad de
existencias y de mundos habitados, las leyes de progreso, solidaridad y
responsabilidad, las relaciones permanentes con los seres invisibles, los dos
planos de vida que señalan la sociología del mundo espiritual unida a la
sociología humana, impulsándola a
renovaciones y transformaciones ascendentes.
DIOS. - Todo cuanto existe expresa la existencia de una
inteligencia rectora, causa primera de todas las cosas, ley viva y alma del
universo.
Dios - nos dice Camilo Flammarion- es la fuerza
inteligente, universal e invisible, que construye sin cesar la obra de la naturaleza.
Los más eminentes físicos modernos comienzan a ver el
Universo como expresión de un pensamiento
superior presienten a Dios como un puro matemático,
retornando así al concepto pitagórico.
Su existencia se confirma a través de todos los mensajes
espirituales superiores que ha registrado la Doctrina de los Espíritus.
EL ALMA INMORTAL. - La fenomenología
espírita, con sus trascendentes demostraciones experimentales, con los
registros científicos acumulados desde hace más de cien años, establece en
forma fehaciente, que la esencia espiritual del ser contiene en germen todas
las facultades y potencias intelectuales y espirituales.
Las realizaciones del ser de vida eterna, que
gobierna los organismos, se proyectan más allá de la tumba y se desarrollan a
través de las vidas.
PLURALIDAD DE EXISTENCIAS Y
PLURALIDAD DE MUNDOS HABITADOS. Cada espíritu escribe en lo más intimo de su conciencia la epopeya
gloriosa de su largo peregrinaje a través de las vidas y mundos. Nada se pierde
ni malogra: trabajos y esfuerzos, luchas y sacrificios, amores y odios,
alegrías y dolores, quedan estereotipados en el cuerpo periespiritual,
vestidura que acompaña al ser en su evolución.
Los mundos siderales son las futuras mansiones de los
espíritus que lograron desarrollar sus mejores cualidades, puestas al servicio
del progreso, el bienestar y la fraternidad humana, que el espiritista extiende
a todo lo creado, por su elevado y profundo respeto a la vida en sus múltiples
manifestaciones.
LEY DE PROGRESO Y RESPONSABILIDAD. La ley de progreso implica consecuencia morales,
justicia inmanente, responsabilidad individual, familiar y social.
En
estos días cruciales para la civilización es de imperiosa necesidad que cada
ser conozca y aplique en sus actos el principio de responsabilidad unido a la
ley divina de consecuencias.
Los cuadros mediúmnicos y las manifestaciones de los
espíritus desencarnados confirman lo expuesto.
SOCIOLOGÍA VISIBLE Y SOCIOLOGÍA DEL MUNDO INVISIBLE. Las relaciones
establecidas entre los hombres y los espíritus están regidas por la ley de
afinidades.
Los estados vibratorios señalan los distintos
estadios de vida, en lo material y espiritual.
La Ciudad de Dios, que enunciara San Agustín, es
realidad efectiva en los mundos espirituales, dónde los seres invisibles
secundan los pensamientos divinos de amor, caridad y fraternidad hacia las
agrupaciones humanas, despertando las conciencias, estimulando al estudio y
acuciando las virtudes incipientes.
De aquí la existencia de un mundo social espiritual, donde
rigen mejores sentimientos, que luego los grandes misioneros que encarnan los
proyectan en el mundo, para que éste en un día no lejano pueda hacer realidad
en la tierra el reino prometido por Cristo.
La historia nos muestra que al finalizar los
conflictos guerreros y las sangrientas sacudidas sociales restan los gérmenes
de futuros antagonismos, que generación tras generación inmolan a la flor de la
juventud, beneficiándose una minoría que se enriquece a costa del dolor y el
sufrimiento.
La sociología superior que
proyecta el mundo invisible que responde al pensamiento divino, considera
llegada la hora de una convivencia pacífica y fraternal de todos los hombres,
el respeto a las ideas, vocaciones y sentimientos, así como una extensa comprensión de todas las inquietudes
científicas, filosóficas, religiosas y sociales.
Estos postulados sólo podrán realizarse en una
sociedad sin clases, que se asiente en los principios espíritas expuestos,
donde todos los medios de producción, los instrumentales científicos y los
descubrimientos de la ciencia, estén al servicio de la paz y el bienestar
general.
A esta tarea deben enfocar sus energías los jóvenes
espíritas de la era atómica.
La base debe ser estructurada con granito y asentada
en la forja de los plateros del alma, encarnados hoy y aquí, para vivir con la
tensión y velocidad de la flecha que dará en el centro mismo de los problemas,
llevando consigo la solución integral de los mismos.
VII
OBRA SOCIAL
Al egoísmo y al orgullo hay que oponerles la virtud por
excelencia, la que constituye el más elevado signo de aristocracia espiritual:
la caridad.
En la primera epístola a los
Corintios, San Pablo señaló para todos los tiempos su trascendencia y en el
versículo dos muestra la hondura del surco: Y
si tuviese Profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; Y si
tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo
caridad, nada soy; y en el tres afirma su pensamiento con la tenacidad del
apóstol: Y si repartiese toda mi
hacienda, para dar de comer a Pobres
y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve.
La doctrina espiritista construye
y edifica para el presente, pero su escuela establece sobre firme base
doctrinal el porvenir de la estirpe, señalando los caracteres distintivos del
nuevo tipo humano.
Afirma el codificador que sin caridad no hay salvación, indicando así el verdadero camino,
que pueden transitar el sabio y el ignorante, el rico y el pobre, el sano y
el enfermo, es decir, todos los seres
que afrontan la dura jornada de la vida.
Cuando la caridad arde como llama votiva, el
espíritu anula la envidia, destierra la injusticia, apoya y defiende la verdad, no hiere, no ofende: todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta.
Constituye el vínculo más firme, la fe ardiente, el
sentimiento profundo, la esperanza más sólida en el logro de la fraternidad
humana por encima de todas las diferencias religiosas, raciales y sociales.
Así lo han comprendido los
adeptos espíritas, que no vacilan en una constante acción de ayuda al prójimo.
En todos los países de América, donde las
federaciones han logrado una buena organización y difusión de los principios
filosóficos y morales del Espiritismo, aquéllas y sus instituciones afiliadas
realizan por todos los medios disponibles una intensa labor que lleva a los
hospitales, asilos, maternidad y cárceles, el consuelo, el sostén y la
asistencia a numerosos seres enfermos del cuerpo y del alma.
De los países americanos, Brasil ofrece un magnífico
ejemplo, con sus extraordinarias asociaciones de ayuda social, su constante y
ejemplar apoyo y aliento a miles de necesitados y desheredados, así como la
recuperación de un buen número de enfermos mentales que se reintegran como
factores útiles a la sociedad.
Los hospitales e instituciones espíritas del país hermano
aplican los métodos terapéuticos que distinguen a los médiums curativos,
quienes ayudados por los espíritus que responden al pensamiento de Cristo,
restablecen el psiquismo de un buen número de obsesos, defendiéndolos de la
neurosis y la psicosis.
Una falange de jóvenes
formados en las instituciones espiritistas se proyectan por todas las ciudades
y pueblos del país hermano. Son obra y simiente, realización y esperanza,
presente y futuro, amor y caridad, trasmutados en el bálsamo que suaviza las
heridas del hombre contemporáneo.
En nuestro país, casi todas
las sociedades aportan su ayuda generosa y desinteresada a una obra de caridad
que llega hasta los establecimientos hospitalarios, llevando el consuelo y la
esperanza a muchas almas.
Asimismo en otras naciones
se organizan los grupos juveniles dispuestos a esta obra.
Son los heraldos del
progreso y de la paz, en cuya hondura espiritual se ha encendido la luz eterna
y salvadora, la virtud suprema de amar al prójimo a través de realizaciones
concretas.
Pero es indispensable que a
esta acción meritoria se agregue una tarea impostergable, que la juventud
espiritista de América debe realizar con urgencia. La obra que exige la hora
angustiosa que vive el mundo, a la que deben aportar todas sus energías los espiritistas
renovadores, los jóvenes enriquecidos con los conocimientos y sentimientos que
les brinda la doctrina, con el apoyo eficaz de los espíritus que vigilan la
evolución y transformación ascendente del planeta, es la obra de justicia social, que permita realizar en nuestro mundo
el luminoso pensamiento que el Maestro señalara en el Sermón de la Montaña.
Bien
nos lo dice en “Agenda Cristiana” el mensaje psicográfico obtenido a través de
Francisco Cándido Xavier: Las ciencias
sociales del presente ofrecen semejanzas con las novedades; no obstante, son
antiguas. Llegaron a la tierra con Cristo, hace casi veinte siglos. Nosotros,
en tanto, espíritus atrasados en el entendimiento, somos aún tardíos en su
aplicación.
VII
JUSTICIA SOCIAL
La Iglesia, preocupada por todas aquellas cuestiones que
se vinculan con la situación social de los pueblos, trata de ejercer su
influencia en las actividades humanas, pero demasiado tardía en la aplicación
del pensamiento social de Cristo, ha perdido muchos siglos y ya le resulta
difícil conquistar la conciencia del ser de la humanidad.
La juventud espírita avanza en la realización del
pensamiento de los directores espirituales del progreso.
Es
necesario secundarlos proyectando un plan orgánico, una acción metodizada, que conjugue
las mejores y más constructivas aspiraciones, apoyadas en sólidos basamentos,
haciendo así que el Espiritismo “marchando con el progreso...", se coloque
a la vanguardia, colaborando eficazmente en las profundas renovaciones sociales
que reclama la nueva civilización.
El pensamiento de los jóvenes debe expresar
inteligentemente el devenir de la raza, comprendiendo las necesidades
inmediatas de esta generación, aportando su esfuerzo a toda acción
constructiva.
Las Asambleas
y Congresos Juveniles se han caracterizado por la eficaz tarea destinada a una
mayor proyección del pensamiento espírita, aprobando numerosos proyectos, que
tienden a una obra doctrinal de fuste.
Sin embargo, la hora que vive el hombre moderno, las extraordinarias y
sugestivas inquietudes del siglo XX exigen a los Congresos abocarse a los
problemas que hacen a la historia humana, en su trágico esfuerzo por elevar y
dignificar la persona, desterrando la ignorancia y la miseria.
La riqueza - nos dice León Denis- endurece con harta frecuencia, el corazón humano; apaga esa llama
interior, ese amor al progreso y a los mejoramientos sociales que alienta a
toda alma generosa...
La miseria - agrega en otro párrafo- presenta también espantosos peligros: la
degradación de los caracteres, la desesperación, el suicidio.
Sociólogos, economistas y hombres de ciencia están abocados al estudio
de graves problemas relacionados con la producción, viviendas, superpoblación,
enfermedades, delincuencia juvenil, degeneración y anemia de las fuerzas morales,
en grandes sectores humanos.
El secretario general de las Naciones Unidas, U
Thant, señalaba en noviembre de 1963: Hoy
día existe una enorme brecha en el mundo. Una enorme brecha, porque mientras
los países ricos se hacen cada vez más ricos, los países pobres se hacen cada
vez más pobres. Y este hecho es un peligro mucho más grande
para la paz del mundo que las bombas
termonucleares.
El pensamiento de la juventud espiritista
relacionado con los problemas humanos debe ser conocido por los gobiernos y sus
ramas legislativas.
El Espiritismo cuenta en sus filas con médicos, abogados,
ingenieros, odontólogos, psiquiatras, maestros, escritores, artistas etc., etc.
Buen número de jóvenes
espíritas cursan estudios universitarios.
En estrecha colaboración
deben proyectar un programa de los asuntos señalados, proponer soluciones,
hacer conocer sus propósitos, todos ellos minuciosamente estudiados desde el
punto de vista de la doctrina.
Establecer secciones
clasificadas y de labor permanente que se aboquen al estudio de los problemas
sociales.
Considerar al ser desde sus primeras manifestaciones
de vida:
CUIDAR Y RESPETAR
AL NIÑO desde antes de
su nacimiento a la vida de relación, para lo cual apoyará y secundará toda obra
destinada a la protección de la madre, soltera o casada, reclamando para sus
hogares: higiene, alimentación racional, asistencia médica y ayuda social
permanente.
ENSEÑANZA GRATUITA Y OBLIGATORIA, primario y secundaria, con
extensión universitaria a todos los jóvenes que sientan vocación por ramas determinadas
de las ciencias.
Desterrar de la educación toda
influencia religiosa o política, para que el espíritu pueda desenvolverse con
plena libertad.
SERVICIO SOCIAL
OBLIGATORIO DE UN AÑO PARA LOS JÓVENES DE UNO Y OTRO SEXO. Señalar que toda generación
ha recibido de las anteriores los beneficios de la civilización, síntesis de
los esfuerzos y de las intensas luchas de nuestros antepasados por mejorar las
condiciones de vida.
Todo joven, al cumplir veinte
años, debe aportar, a la comunidad su esfuerzo constructivo, de acuerdo con su
grado de cultura, profesión, trabajo manual o tarea social de su preferencia.
De esta manera, todas las
naciones podrán disponer de un rico plantel humano que aplicará sus actividades
en beneficio de la comunidad en hospitales, asilos, maternidades, así como en
la construcción de viviendas, arado de tierras vírgenes, en la extracción de
enormes reservas de riquezas que contiene el planeta.
El servicio social
obligatorio aliviará a los pueblos de los elevados presupuestos militares y
permitiría encauzar las energías juveniles en obras que contribuirán a la
grandeza de las naciones.
A su vez el Estado deberá
proveer a los jóvenes, de vivienda,
alimentación, esparcimientos deportivos, funciones artísticas y reuniones
literarias, etc., durante el año en que ofrezcan sus energías en beneficio de
la sociedad.
Se intensificará así el
espíritu de solidaridad, de ayuda mutua y de fraternidad permanente, realizando
este quehacer social en un ambiente de libertad y respeto a todas las ideas
políticas o religiosas.
- Apoyar y fomentar la creación de leyes que permitan el acceso a la
tierra a todos los hombres que deseen trabajarla.
La escasez de alimentos
incide e n la salud y estado físico de millones de niños, hombres y mujeres de
nuestra era atómica.
Las estadísticas señalan el
aumento progresivo de mortalidad infantil, de la extensión de la tisis y otras
graves enfermedades cuyo origen se encuentra en la falta de una nutrición
racional y completa.
Una tarea bien planificada
permitirá obtener de tantas tierras, abandonadas en manos de una minoría
egoísta, los productos necesarios en la mesa familiar.
- Solidarizarse con y unirse a todos aquellos que luchan por la
supresión de la guerra atómica.
Todos los descubrimientos
científicos deben ser puestos al servicio del bienestar social, para que en los
hogares de la tierra reine la paz y la alegría de una vida intensa y plena de
realizaciones.
- Propender a que desaparezca la explotación
del hombre por el hombre.
Para ello
bastará a los jóvenes espíritas tener presente el pensamiento rector de Allan
Kardec:
- Siendo el progreso
una condición de la naturaleza humana, no es posible a nadie oponerse a él. Es
una fuerza viva que pueden retardar, pero no ahogar las malas
leyes. Cuando éstas son incompatibles con el, las barrena y arrastra con
ellas a todos los que intenten mantenerlas, y sucederá así hasta que el hombre
haya puesto sus leyes en relación con la justicia divina, que quiere el bien
para todos y no leyes hechas por el fuerte en perjuicio del débil.
En nuestros días el fuerte
crea poderosas organizaciones comerciales y sociedades anónimas que se
extiendan más allá de toda frontera para explotar al máximo las energías del
hombre en provecho de un número limitado de familias privilegiadas, que
amparándose en leyes absurdas usan y abusan del poder que las mismas les
confieren.
- Intensificar la lucha contra la pena de muerte.
Resulta paradójico y falto
de sentido común seña1ar, en las Cartas Magnas de las naciones, a Dios como
fuente de sabiduría y poner a la vista el crucifijo con la víctima inocente del
Gólgota, para luego sentenciar a muerte al delincuente.
Sabe bien el joven espírita
de las causas psicológicas de la
incidencia de factores subconscientes y de las frustraciones de los primeros
años de vida del niño, a lo cual agrega la historia de sus vidas pasadas, que
pueden producir alteraciones de la personalidad, arrastrando al hombre al
delito.
Por otra parte, es de
fundamental importancia señalar que las estadísticas demuestran en forma
inequívoca que en los países donde se aplica esta pena bárbara e inhumana
aumenta la delincuencia.
Esta y otras muchas iniciativas, tanto o más
importantes que las señaladas, deben ser consideradas a través de profundos
estudios en los Congresos que agrupen a los jóvenes espiritistas del siglo XX,
para que sean incorporadas a su quehacer doctrinal, sin necesidad de crear o
apoyar partidos políticos determinados, sino que aunará todas sus energías para
tratar de que el Reino del César se
transforme en el ,Reino de Dios, atento
con el pensamiento del filósofo de nuestros días, Nicolás Berdiaeff.
Aquí y en esta hora de
fecundas e inquietantes sugestiones proyectadas hacia el futuro, se ofrecen al
joven extraordinarias posibilidades, si su corazón es templo que guarda
celosamente los principios doctrinales enseñados por espíritus de amor y luz,
que guían a la raza hacia planos superiores.
Cultive su espíritu, hoy y mañana; marche sereno,
con la alegría espiritual de sembrar la simiente de una nueva civilización.
No ceda nunca ante la ignorancia, la maldad y los
intereses creados: luche y trabaje, ría y llore, cante y vibre con mente de luz
hasta orillar la tumba...
En medio de las fatigas de
la jornada detenga su paso, escuche las voces de los vientos, preste su alma al
canto de los poetas y con Gabriela Mistral murmure quedamente:
Diestra: tú serás activa;
Labio: tú dirás verdad;
Mirada: tendrás dulzura;
Corazón, tendrás piedad.