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OBJETIVOS: . Promover el estudio, la difusión y la práctica de la Doctrina Espírita, prestando atención fraterna a las personas, .que buscan esclarecimiento, orientación y amparo para sus problemas espirituales, morales y materiales; .y que quieran conocer y estudiar la Doctrina Espírita en sus aspectos científicos, filosóficos, sociales, morales, espirituales y religiosos.

viernes, 19 de septiembre de 2014

                      DIOS Y LA EVOLUCIÓN

El objetivo de la evolución es la libertad.

Desde las primeras formas rudimentarias de la vida, ha sido la libertad la prueba que ha separado a los seres destinados a asegurar la continuidad de la única rama que evolucionó de las innumerables formas vivientes y fue finalmente coronado como HOMBRE. Así, puede verse una Inteligencia que orienta la marcha de la evolución como un todo y ha obrado desde la primera aparición de la vida en nuestro planeta. Es una Inteligencia, cuya fuerza, distante y directriz, tiende a desarrollar un ser provisto de una conciencia, una espiritualidad y una moralidad. Para obtener ese objetivo esa Inteligencia obra en las leyes del mundo inorgánico y del orgánico, culminando  en la formación del hombre, quien se ha separado y dejado retrasadas las otras especies, hasta llegar a tener conciencia y DISCERNIMIENTO.
Este objetivo, final y distante, hacia donde nos empuja al ley de evolución, deja ver bien claro la intervención de una idea, de una Voluntad, de una Inteligencia suprema, que hace imposible aceptar la hipótesis de la evolución de los seres, particularmente del hombre, como un simple juego de fuerzas síquico – químicas. Hijas de la casualidad (casualidad). La casualidad no podría nunca producir una ley de evolución que impele al progreso a todos los seres particularmente al hombre.
La evolución continúa. La forma humana capaz de albergar el espíritu y de permitirle desarrollarse, se ha encontrado. Después de haber obedecido por miles de siglos a leyes inexorables, un grupo de seres vivientes se ha diferenciado biológicamente y se haya frente a nuevas obligaciones. Nuevos órdenes se imponen, todos ellos contradiciendo los precedentes, y restringiendo el campo de las alegrías físicas del hombre. ¿Cómo le va a ser posible al hombre NO rebelarse contra esa autoridad, que él no conoce, pero que instintivamente respeta?  Le sucede como al caballo salvaje que reacciona contra el freno, con la DIFERENCIA, que ÉL MISMO se ha impuesto ese freno mientras conserva la libertad de aceptarlo o rechazarlo, y es entonces, que el hombre viene a ser verdaderamente el dueño absoluto de su destino. Es de este dominio basado en la libertad para escoger entre las satisfacciones de los apetitos materiales o el vuelo rápido hacia la espiritualidad, es de este dominio de dónde nace la dignidad del espíritu.


Una explicación de la evolución de la vida debido a la casualidad es irrazonable e imposible de sostenerse en nuestros días; pues no permite la incorporación del hombre y sus actividades sicológicas, dentro del cuadro general de las cosas. La casualidad no puede explicar el desarrollo progresivo y ascensional de la vida en todas sus formas, y tendrá, por razón lógica, que negar este desarrollo. Consecuentemente, tenemos que dirigir nuestra razón hacia otro punto: LA CAUSALIDAD CON UN FIN PREDETERMINADO. Este punto nuevo lo hayamos al contemplar la evolución desde su principio hasta su estado actual; esto es, cubriendo los inmensos y largos periodos geológicos. Olvidemos, por un momento, los pequeños detalles de la evolución, sus mecanismos (de los cuales conocemos muy poco) y tratemos de contemplar el tremendo trabajo de la creación como un todo. No la podemos observar desde el punto de vista estático, SINO dinámico; fijándonos, desde el organismo más elemental hasta el hombre con las increíbles manifestaciones de su cerebro. Al interpretar el fenómeno de la evolución y sus mecanismos, tenemos que poner especial cuidado en evitar ideas antropomorfas; esto es, ideas traídas de nuestra humana experiencia y nuestra humana manera de pensar; “porque el hombre siempre tiende a inyectar su manera de pensar y sus propias reacciones en todo problema.
Al estudiar la evolución a la cual pertenecemos, tenemos que comprender que ésta es sólo un capítulo de una historia que comenzó muchas “eternidades” atrás; que fue precedida por una evolución inorgánica, que todavía se encuentra entre nosotros; que AQUELLA fue precedida por otra cuando aún los átomos y las moléculas no existían; evolución que conocemos muy poco porque ella sucedió (de acuerdo con las ideas contemporáneas) hace más de DIEZ BILLONES de años atrás; y esta primera evolución no obedecía, como la actual de átomos y electrones, a las mismas leyes. Así, cada evento, cada fenómeno de la evolución podemos guiarlo hasta dar con su origen centro de energía: esto es, de VIDA y de INTELIGENCIA.
Siguiendo este modo de razonar, el luminoso Espíritu San Luis en el Libro de los Espíritus nos dio la idea de Dios de la siguiente manera:

“Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas”.

viernes, 12 de septiembre de 2014


EL MODERNO ESPIRITUALISMO Y LA JUVENTUD

 

 

SANTIAGO  A.  BOSSERO




EL  MODERNO  ESPIRITUALISMO  Y  LA  JUVENTUD


EXORDIO



Joven, que te ofrendas en acción permanente, que alimentas con energía la flama eterna del ideal que estremece lo intimo de tu espíritu; sumérgete cada aurora en la fuente de  eterna juventud de la doctrina de los Espíritus.

Saldrás de ella renovado, trasformado, anheloso de brindarte al progreso camino de las cumbres, a impulsos de tus mejores pensamientos, vitalizados, saturados y renovados con las vibraciones espirituales de los seres invisibles superiores, que te apoyarán generosamente en cada instante de tu existencia que consagres al estudio, al amor y a la justicia.

Atento y vigilante frente a un mundo requemado con oscuras y siniestras pasiones, de ti dependerá el nuevo tipo humano, enriquecido con las verdades Espíritas que, destruyendo “los prejuicios de sectas y de castas” darán nacimiento al artista y al filósofo, al científico y al sacerdote, los cuales irradiarán luz y no tinieblas, amor y no odio, paz y no guerra, libertad y no esclavitud.

Los discípulos de Allan Kardec son los antiguos cristianos reencarnados en un siglo de descomposición moral y de creciente materialismo, con la misión de mantener con firmeza la antorcha que alumbra el planeta desde la trágica noche del Gólgota.

Para cumplir esta noble acción deben afirmar su personalidad moral y espiritual, vivir intensamente, de instante en instante, con mente creadora y con perfecta armonía del corazón y de la inteligencia.

Los senderos que llevan a la cumbre de esta nueva personalidad humana serán transitados por los espíritus progresistas, decididos a realizar la obra de fraternidad, igualdad y libertad, esencia de las doctrinas evangélicas de Cristo, así como las de todos los grandes iniciados que se ofrendaron en el plano físico en aras de la raza.

El espiritista, así como todo espiritualista que alienta estas nobles inquietudes, es joven, cualquiera sea su edad, si se mantiene en permanente vinculación con las leyes divinas de elevación, progreso y transformación ascendente de todo cuanto alienta y vive en el plano terrenal.

 

 

I


LA EMOCIÓN CREADORA


“Solo el progreso moral - asevera Allan Kardec – puede asegurar la felicidad de los hombres en la tierra, enfrenando las malas pasiones; sólo él puede hacer reinar entre ellos la concordia, la paz y la fraternidad ”.
Hay una relación directa entre la aurora que despliega sus alas luminosas, pintando de arrebol el cielo, a la vez que se proyecta en las cumbres de las montañas para descender lentamente por los caminos de la tierra, ahuyentando las sombras de la noche, y el crepúsculo, que hace policromía de arco iris para vibrar intensamente en el nuevo día, en proceso de continuidad y realización progresiva.
Así también, la vida del niño se enlaza con la del joven y con los trémulos pasos del anciano que marcha hacia un crepúsculo físico, que será para su alma aurora, al llegar a los planos invisibles, si supo aprovechar la jornada, si su acción fue impulsada por la emoción creedora en lo artístico y en lo intelectual, en lo moral y espiritual.
El espiritismo sabe de un devenir ascendente de la especie, sobre la base de la transformación moral, de los esfuerzos, trabajos y tesón que la juventud desarrolle sin medir espacio ni distancia, sin tregua ni pausa.
Tendrá el elevado criterio de recordar lo mejor del pasado, digno de ser realizado y superado, luchando desde todos los ángulos de la sociedad contra las fuerzas regresivas, que pretendan poner valla al impulso renovador y revolucionario que caracteriza a cada nueva generación, que trae en lo más intimo de su espíritu la rica veta  de esperanzas y promesas contraidas en los planos invisibles antes de ceñirse la armadura de carne.
La juventud incorporada a el espiritismo sabe de las infinitas posibilidades, de la intensidad de la acción a desplegar, de los anhelos y esperanzas que se agitan al ritmo de las nuevas existencias, que impulsan a la conquista de más profundos conocimientos y al desarrollo de elevados sentimientos de amor y fraternidad.
Esta juventud, que sucede a la generación que se marcha lacerada, lastimada y profundamente herida, por las funestas consecuencias de la guerra,  la violencia y el terrorismo, tiene a su favor el conocimiento de la ley de causalidad, sabe de una justicia inmanente, lo que establece definitivamente la verdad divina de comprender que cada uno es el artista de su alma, el artífice de sus virtudes, el forjador de su libertad espiritual y el creador de su cuerpo etérico de luz y belleza.
Conoce y comprende donde radica las causas de su dicha o de su dolor, de su libertad o esclavitud, de su elevación o caída sin endosarlos exclusivamente a las condiciones sociales que lo rodean.
Busca y encuentra en las profundidades de su espíritu en el templo interior de su alma, en la zona misteriosa del subconsciente, en los pliegues de su periespíritu, la historia de un pasado que incide en cada instante de su vida presente.
Pero lo alientan la fe y la esperanza de una constante y permanente conquista superior, al enriquecer su espíritu con nobles pensamientos, con la meditación y el estudio de las  leyes superiores y divinas, que al ponerlo en contacto con espíritus superiores lo acercan a Dios.
El valor efectivo de estos conocimientos lo pondrá en evidencia en todos los actos de su vida, en su fecunda obra constructiva de adelanto y perfeccionamiento, en lo familiar y  lo social.
Tendrá un concepto integral de los problemas humanos, comprendiendo que para realizar sus mejores aspiraciones como artista, poeta, escritor, arquitecto, constructor u obrero, necesita estar rodeado de condiciones sociales propicias que lo ayuden y secunden en sus nobles propósitos y aspiraciones.
En consecuencia, no colocará al individuo en un extremo y a la sociedad en el opuesto, pues sabe que un lazo permanente lo une a lo colectivo, lo que le impone el deber de luchar por los desheredados, por los pobres y los humildes, combatiendo la injusticia, proclamando la ley de libertad: libertad de pensar, libertad de conciencia, libertad de enseñar y libertad de rechazar todo lo que atente contra la justicia y el bienestar  social.
Recordará, con Víctor Hugo, que la “libertad es la aspiración y la respiración del genero humano”, y que nadie debe constreñirla o limitarla por los intereses creados de determinada clase social.
Para concretar estos ideales de superación debe, en primer término, actualizar las potencias creadoras de su alma, buscando en lo más intimo de su ser la fuente inagotable de  fuerzas morales y espirituales, sintiendo los llamados misteriosos, pero imperativos, del ideario espírita, que lo estremecen con la emoción creadora del artista, quien al esculpir el bloque de mármol forja con el cincel la estatua eterna que impregnará de luces divinas su espíritu inmortal.
La juventud espiritista, en constante alerta, en tensión permanente, marchará con firmeza  y en acción constructiva hacia un futuro mejor, colaborando en todo esfuerzo que tienda a mejorar las condiciones de vida de los pueblos.
Así lo señala el codificador de la doctrina espiritista: “Ningún hombre tiene facultades completas. Por medio de la unión social se complementan los unos a los otros para asegurarse el bienestar y el progreso. De aquí que, necesitándose unos a otros, han sido hechos para vivir en sociedad y no aislados”.
Es, pues, imprescindible que la juventud oponga firme resistencia al espíritu estático y conservador que caracteriza a la mediocridad la cual impone quietismo a la juventud, rutina en las ideas y acciones, domesticando al hombre, condicionándolo para la hipocresía y el menor esfuerzo, debilitando la responsabilidad moral y adormeciendo los nobles impulsos de la fuerza interior, que se transfigura en emoción creadora en la reforma y perfeccionamiento de la personalidad.
De las señales que fueron dejando su paso por la tierra por espíritus excelsos recordará siempre el pensamiento del poeta argentino Esteban Echeverría: “La vida es un combate perpetuo contra la maldad que nos circunda”.
Impulsará su acción constructiva por las sendas señaladas en el libro de luz que proyectado por el Espíritu de Verdad, recorre los amplios y extensos caminos del mundo con el nombre de “El Evangelio según el Espiritismo”.
El diamante es laborado por el lapidario que, puliendo las ásperas aristas, las transforma en brillantes facetas.
La juventud Espiritista en la era contemporánea se proyectará en permanente forja, para hacer del espíritu de esta generación una estrella luminosa que señale la crística senda de la regeneración y perfeccionamiento de la raza.
Acelerar la evolución espiritual trabajando con entusiasmo, ofreciendo las mejores energías a todas las ideas, pensamientos y acciones de progreso, constituye el motor esencial, que al aumentar sus revoluciones acrecienta la corriente positiva que extenderán su influencia sobre todos los pueblos.


II

PROGRESO Y EVOLUCIÓN


El progreso obedece a una ley inmutable, porque es el pensamiento permanente de Dios infundiendo energías a todas sus criaturas, impulsándolas a la realización de obras de bien común, de solidaridad y trabajo en beneficio de la comunidad.
Los espiritistas, sintiendo el fuego del espíritu que arde en lo misterioso de su ser, tienen plena seguridad en las eternas fuerzas morales y espirituales, en la eficacia de los valores constructivos del Espíritu, que constituye el signo divino de la raza.
Comprenden y se explican los causales que han motivado la descomposición moral del tipo humano moderno, con su secuela de trastornos, confusiones y tremendos dramas sociales. Saben y repiten el pensamiento kardeciano: "A menudo el hombre no descubre en esas conmociones más que la confusión y el desorden momentáneo que lastiman sus intereses materiales, más, el que levanta su pensamiento sobre la personalidad admira los designios de la Providencia que del mal hace salir el bien. Es la tempestad y el huracán que sanean la atmósfera después de haberla agitado”.
La transformación ascendente, constructiva y efectiva, requiere plenitud de libertad, pues en ella se nutre la emoción creadora.
Si las energías morales y espirituales se debilitan, si la rutina y la mediocridad invaden el alma, sobreviene la vejes prematura, que constriñe y limita la acción constructiva. Numerosos jóvenes, plenos de vitalidad física, se mueven dentro de limitados esquemas materiales, sin inquietudes ni propósitos definidos dentro del conglomerado humano.
Son como las tumbas que la fastuosidad del magnate adorna con artísticas formas, bellas en lo externo, pero corroídas en su interior por la obra silenciosa y permanente de los gusanos.
En ellas encuentran grietas psicológicas los zánganos de la colmena humana, los intereses creados, los prejuicios sociales, el espíritu posesivo, las bajas pasiones, la sed de riquezas y todo quehacer que conduce a la fosa común de las pasiones bajas y oscuras.
La idea divina de progreso esta consustanciada con la Revolución Francesa, en su noble aspiración de      lograr los derechos políticos, y con la Revolución Rusa, en la visión socialista de resolver el drama humano en su faz económica.
La primera conmoción nacida en la Francia inmortal y eterna sacudió las bases mismas de la civilización, hito que despertó nuevas y profundas inquietudes, que insufló el espíritu de libertad, que alentó, proyectó y logró establecer derechos humanos inalienables.
Sus proyecciones de carácter universal fueron limitadas por el egoísmo y el orgullo, enraizados en el ser de la humanidad; por la falta de madurez espiritual y social, por la preeminencia del espíritu de clase y por la fuerza bruta de que ésta disponía.
A pesar de todos los obstáculos señalados, el espíritu de libertad conquistó el corazón y el pensamiento de los mejores, fue levadura que agitó el alma de los pueblos de América y contribuyó a su emancipación.
La segunda sacudida, al destruir la autocracia zarista, confirmó el pensamiento espírita expuesto por Kardec: “Es preciso que todo sea destruido para que renazca y sea regenerado por que lo que vosotros llamáis destrucción no es más que una transformación, cuyo objeto es la renovación y mejoramiento de los seres vivientes ”.
Después de este trascendental acontecimiento histórico, los pueblos despiertan a nuevas aspiraciones, los trabajadores comprenden mejor sus derechos, las masas reclaman un puesto en la dirección social de los pueblos; es la etapa de los sudras, que confirma el pensamiento hindú del advenimiento de los que producen y laboran en la dirección y construcción de un mundo mejor.
Todas las naciones son sacudidas por un ansia incontenible de renovación ascendente,  de transformación y elevación de sus condiciones de vida.
Pero el impulso que el socialismo ha dado a la civilización contemporánea no es más que un capítulo que escribe la historia, a la que es de necesidad señalar el aspecto fundamental de una evolución integral, que resuelva el drama de la vida, con el conocer de lo que es el hombre, del misterio de su ser psíquico y de las facultades supranormales que afloran en la raza y que lo relacionan con un mundo invisible, que lo pone en contacto con la vida de ultratumba.
Es oportuno recordar que en el siglo XIX Augusto Comte llegó a sostener que el estadio científico aportaría la más alta expresión a que podía aspirar la evolución humana.
Los hechos posteriores han demostrado que a este pensamiento le faltó el conocer de la esencia espiritual que impulsa todo progreso de lo menos a lo más, de la sombra a la luz, del germen a la floración. . ., de lo inconsciente a lo consciente.
Esencia que trasciende la forma y se proyecta más allá de la tumba, prosiguiendo su evolución y transformación permanentes, a través de un proceso palingenésico, que permite al ser manifestar las riquezas internas que un día le darán las alas para remontarse a los cielos, conquistando los mundos superiores.
La doctrina espiritista sustenta los elementos esenciales de una evolución integral, de permanente incidencia en la transformación del individuo y de la sociedad, sosteniendo que el planeta tierra, de mundo de expiación y prueba, debe elevarse a un mundo de cultura y progreso, mediante el estudio, el trabajo y el desarrollo de los mejores sentimientos que pueden expresar y desarrollar sus habitantes.
En esa sociedad futura espírita la persona constituirá el centro de las más elevadas inquietudes científicas, filosóficas, religiosas y sociales, aportando las ,sólidas bases de un orden social que será la antítesis del Estado contemporáneo, que llamándose democrático o dictatorial, constriñe y limita las mejores y más fecundas aspiraciones de la criatura.
Para que la raza pueda ascender a la escala de los mundos mejores es esencial el despertar de una conciencia, que enraíce con los conocimientos espíritas, lo que dará una admirable síntesis: el conocimiento de la ley de responsabilidad, con su incidencia y consecuencias en todos los actos que el ser ejecuta en el transcurso de su existencia.


III

CONCIENCIA Y CONOCIMIENTO

La conciencia ejerce una función permanente en la practica de nuestras facultades maestras: la voluntad, la inteligencia y la sensibilidad.
En lo más profundo del ser, en el santuario íntimo, en la región inmutable, está radicada la conciencia, la que constituye el centro mismo de la personalidad.
Si bien es cierto que toda conciencia es anticipación del porvenir, en ella hay una tracción que nos hace volver a caminar caminos transitados.
Es certidumbre la existencia de un puente entre el pasado y el porvenir, que la conciencia alerta analiza en eterno presente.
Para Feliciano Challaye la conciencia, en el sentido psicológico de la palabra, es el poder de conocer lo que pasa en nuestro interior; la facultad de percibir los fenómenos psicológicos.
Conocerse a sí mismo es tener conciencia de nuestros pensamientos, sentimientos y actos: sentir y actuar en armonía y plenitud de realización.
Este centro de “control” permanece indestructible, a pesar de todas las incidencias que sufre en el transcurso de la existencia. Es la zona donde se acumulan todas las experiencias, con la grabación de los actos realizados, las intenciones, las causas y motivos de las acciones, con sus consecuencias felices o desgraciadas.
Las determinaciones de la conciencia permiten seguir, en el análisis introspectivo, el grado de lucidez y responsabilidad del espíritu.
Para León Tolstoi la conciencia es la parte esclarecida, espiritual del hombre, es la voz del ser único, de la esencia divina que en todos nosotros reside.
El Espiritismo ha profundizado el conocimiento psicológico del ser de la persona y una vasta experimentación ha desbordado los límites de la conciencia, condicionada por los actos de la vida presente, pues ha comprobado que en ella se van acumulando en series, perfectamente concatenadas, todos los procesos de sus vidas anteriores.
La voz de la conciencia sería así la resultante de una gloriosa epopeya realizada por el espíritu en su evolución y transformación de estados inferiores a formas de mayor comprensión y responsabilidad.
La juventud que se adentra en el saber de la filosofía espírita comprende todo el peso de su responsabilidad y la tarea específica que consiste en pulir, elevar y dignificar todos los actos de su existir, desarrollando y embelleciendo sus sentimientos, cultivando su inteligencia en la búsqueda de las verdades eternas y en el conocimiento de las leyes espirituales.
Su acción personal no significa aislamiento dentro de la comunidad, sino estrecha relación con cuanto es vida y acción objetiva, a la vez que se une con la otra forma existencial, que actúa desde los planos invisibles, de donde recibe sus más altas inspiraciones, así como la protección y ayuda permanente de los espíritus superiores.
El siglo actual nos presenta un tipo humano que extendió los dominios de la inteligencia, aplicándola al conocimiento de todo cuanto nos circunda, mediante un firme criterio de observación y análisis.
La tarea lo ha llevado a conocer las leyes que ocultaban la constitución íntima de la materia.
El extraordinario avance de la tecnología afronta la tragedia del hombre máquina, que se perfila con un oscuro dramatismo que encierra con anillos de acero a toda la sociedad contemporánea.
Frente a este drama, el joven espiritista tiene un importante papel que desempeñar, haciendo conocer las leyes morales y espirituales de la doctrina que profesa.
Para él, conciencia es conocimiento, pero no el conocimiento psicológico destinado a dominar a los hombres, sino el conocimiento que está consubstanciado con la conciencia y constituye un saber integral del espíritu.
El conocimiento sin el saber espiritual no es mas que un estado y desarrollo de la inteligencia, mientras que la sabiduría es la aristocracia intelectomoral que estableciera Kardec.
Vuelva el hombre su mirada al cielo, escuche en su corazón las voces invisibles, comprenda su responsabilidad, desarrolle su conocimiento tomando como base los mandatos de su conciencia y entonces comprenderá el exacto significado de ir hacia Dios por el amor y la ciencia .  
Cristo, maestro de sabiduría, dejó caer rosas blancas perfumadas de bondad, para que aprendiéramos a escuchar a Dios en nuestros corazones, porque allí está su reino.


IV

MEDIOCRIDAD E HIPOCRESÍA

Todo cuanto nos rodea es vida, es búsqueda incesante, anhelo de realización.
El insecto se proyecta en impaciente tarea para poder subsistir, pero envidia a la mariposa cuyas alas doran los rayos solares.
La mariposa se agita en constante vibración, libando el néctar de las flores.
Cuando la brisa la atrapa, se desplaza hacia las alturas y se transforma en una flor de luz. Pero en lo más profundo de su ser de vida, sueña con las firmes alas de los pájaros y el dulce misterio de sus trinos.
Éstos conquistan los cielos, se multiplican en las selvas y montes, en los valles y montañas, haciendo de las copas de los árboles observatorios del cielo, soñando con las potentes alas del cóndor.
Las blancas cumbres de las montañas ejercen poderosa atracción para todas las alas, y son poemas para la imaginación del poeta, sueño e inquietud de los viajeros que desean descifrar el misterio de las alturas que conviven con las nubes y las estrellas. Desde la fuente cantarina, el verde de los prados, las flores de los senderos los surcos del dorado trigo, todo cuanto se agita el germen de lo que quisiera ser.
El espíritu en permanente anhelo, en sueños de realización en proyectos y ansias de superiores aspiraciones, es ímpetu creador, que en el joven espiritista forja alas de acero, para lograr nuevas perfecciones, renovar su saber, desarrollar facultades que agudicen su sensibilidad y le permitan sentir la caricia suave, el pensamiento orientador y la protección sutil del amigo invisible.
La existencia tiene valor cuando el espíritu expresa sus anhelos en realizaciones permanentes: arando, escribiendo, cantando y construyendo.
“Vivir es aprender para ignorar menos; es amar para vincularnos a una parte mayor de humanidad...
El adepto espirita hace de cada hora sesenta minutos de realización sintiendo una nueva esperanza, practicando obras de amor y caridad, renovando ambientes anquilosados, sacudiendo la rutina, desterrando la mediocridad.
Todo espiritista de mente creadora, de viril y firme personalidad, de espíritu investigador y buceador de la verdad espiritual y eterna, es hostil a lo mediocre.
Gesto altivo, mirada ardiente, corazón pletórico de amor, tiene “firmeza y luz, como cristal de roca” contra los prejuicios, la maledicencia, el orgullo y el egoísmo.
Pero es perfume y ambrosía ante el dolor.
Es sacrificio y ayuda al viajero que se acerca herido por los abrojos de la vida, consuelo para el triste, sostén de ancianos y enfermos, protección para el niño; santo, bendito y sublime en su amor por toda mujer, recordando al Cristo que envolvió con su irradiación sublime a la más pecadora, “porque mucho había amado”.
Los rutinarios conservadores y apegados a la letra que mata, temen a los innovadores, “cierran el corral cada vez que cimbra en las cercanías el aletazo inequívoco de un águila”.
Numerosas instituciones espiritualistas se caracterizan por su estancamiento, por la repetición permanente de cansadoras prácticas, forjando un ambiente saturado de rutina, que se infiltra en los corazones y detiene el brazo que tiene el arco con la flecha que lleva prendido un nuevo sueño.
La juventud de nuestras sociedades debe obrar con intensidad idealista, con impulso renovador, pensando que vivimos y actuamos en el siglo XX y que el hombre está próximo a confirmar científicamente la verdad espírita de otros mundos habitados.
Nuevos mensajes espirituales, saturados de luz, con las verdades que hacen al mundo contemporáneo, están proyectados por las jerarquías espirituales superiores, pero reclaman a los nuevos médiums, con facultades extrasensoriales capaces de ser receptoras de pensamientos que trascienden los caminos trillados, proyectando ideas que hacen al futuro del ser y del planeta.
Pero no olvide el joven que todo espíritu creador progresista y renovador, que intuye y señala nuevos y más amplios horizontes, es hostil a la mediocridad y a la hipocresía de los que viven y se nutren de mentiras convencionales, que se acomodan y adaptan al poderoso, que halagan al magnate, que hacen de sus palabras y actos alfombra servil para el transitar de los espíritus oscuros. El adepto firme en su momento histórico, de vida y realización, siente que el ideal es emoción, agita las pulsaciones del corazón, da calor al pensamiento, vigor al brazo, energía a la acción.
Construye y afirma, renueva y crea, al compás del martinete que hace base de granito para construir el templo universal del espiritismo Kardeciano.
Todas las fuerzas negativas se condicionan y alían frente a toda renovación progresista para dar apariencias de verdad para dar apariencias de verdad a la estulticie.
Son cientos los anchos que convergen en sus actividades tratando de clavar el ala que conquista los espacios, detener los brazos que renuevan las aguas estancadas, marchar el blasón del poeta, detener la pluma que es luz y acallar la voz que es promesa de lirios para los yertos campos del espíritu de la especie.
Toda doctrina que se aparta del proceso dialéctico, del determinismo dinámico de progreso, renovación y transformación, cierra sus caminos a la constante visión de futuro, pliega sus alas y muere en la charca.
El sabio francés, gloria estelar del Espiritismo, expresó su concepto dialéctico en sentencia que vencerá todo tiempo, apartará obstáculos y señalará: “El Espiritismo, marchando con el progreso, nunca se desbordará; porque si nuevos descubrimientos le demuestran que está en el error sobre un punto, se modificará sobre este punto; si una nueva verdad se revelara, la aceptaría.
El sendero del idealista está cubierto de malezas, de obstáculos, de rocas de duras aristas, de charcas de aguas corrompidas, y de todos los elementos negativos que siembran los espíritus inferiores para oponerse al progreso .
El retardado, anquilosado en el esquema estrecho de su mezquindad, lleva marcada su frente con el estigma de su pobreza intelectual y espiritual.
Hace turba con los que arrojan piedras al jilguero que pone música en las copas de los verdes árboles de la esperanza y el amor.
El joven espírita debe vencer toda barrera, apoyado en las fuerzas del poderoso ideal que le brinda las fuerzas morales y espirituales que estructuraran la nueva civilización.


V

LA VERDADERA CIVILIZACIÓN

Marchemos todos los espiritistas, unidos nuestros pensamientos con la suave emoción de recordar al Maestro que trazó los lineamientos de la obra, afirmó sus bases en las verdades divinas, elevando sobre cimientos eternos el templo de la humanidad, que irradiará la belleza y grandeza doctrinal que necesita el ser para realizar su alto destino.
Hagamos de su enseñanza plegaria de cada día y acción en todos los instantes de la jornada.
“El  progreso de la humanidad – ha señalado – se verifica en virtud de una ley, y como todas las leyes de la naturaleza son obra eterna de la presencia y sabidurías divinas, todo lo que en virtud de estas leyes se produce es resultado de la voluntad de Dios, no de una voluntad accidental y caprichosa, sino de una voluntad inmutable. Por lo tanto, cuando la humanidad está dispuesta para ascender un grado, puede decirse que los tiempos señalados por Dios han llegado, como puede decirse también que en tal estación han llegado para la madurez y recolección de los frutos.”
La observación, análisis y estudio de los fenómenos sociales de nuestra época nos dice de un rápido avance y una firme transformación que inquieta a todos los hombres y que se extiende a todos los países y las razas.
Se atenúan las diferencias sociales, los pueblos reclaman su independencia nacional, luchando contra el coloniaje y el imperialismo.
“Dios vela incesantemente por la ejecución de sus leyes... ”
Leyes de sociedad, de progreso, de igualdad, de libertad, de justicia, de amor, de trabajo...
La aplicación de estas leyes a todas las actividades humanas es la resultante de una madurez espiritual, madurez que acelera el conocimiento de la doctrina que nos acerca al mundo espiritual.
El espiritismo apresura la evolución espiritual de la raza destruyendo el crudo materialismo con los hechos mediúmnicos, con los fenómenos supranormales que afloran en todas las clases sociales y en todas las naciones.
Kardec precisa los caracteres que distinguen a los pueblos más cultos y civilizados, señalando que en ellos impera “menos egoísmo, codicia y orgullo; donde los hábitos son más intelectuales y materiales; donde la inteligencia puede desarrollarse con mayor libertad; donde hay más bondad... donde las leyes no consagran ningún privilegio y sean las mismas, así para el último como para el primero; donde se distribuya la justicia con menos parcialidad; donde el débil encuentre siempre apoyo contra el fuerte...; en fin, donde todo hombre de toda voluntad se halle siempre seguro de no carecer de lo necesario.”
He aquí admirablemente sintetizado el pensamiento kardeciano, que para el joven no constituye una bella teoría, sino responsabilidad, acción permanente y transmutación de los valores inferiores que existen en la sociedad, en virtudes superiores.

Analice la nueva generación espírita todo el alcance de la expresión expuesta: “menos egoísmo, codicia y orgullo”.
En el camino recorrido por el hombre la aristocracia significó en los primeros tiempos el poder ejercido por los mejores, reconociendo como tales a los patriarcas; las luchas y divisiones originaron el gobierno de los más fuertes; éstos transmitieron sus poderes y bienes a sus descendientes, que consolidaron sus privilegios y riquezas, creando el derecho divino.
Pero todo sistema social necesita del esfuerzo, el trabajo y la acción  permanentes de la clase laboriosa.
Los trabajadores debieron soportar todo el peso de las tareas más abrumadoras, acrecentando las riquezas, que permitían a una minoría disfrutar de todas las ventajas proporcionadas por la ciencia, así como el goce de todos los bienes culturales y artísticos de la civilización.
Con el tiempo se elevó la inteligencia popular, se acrecentó el sentimiento de justicia y, agrupándose la clase trabajadora en poderosas organizaciones, inició la lucha para desterrar los privilegios, terminar con la aristocracia del dinero, y trató de establecer la igualdad ante la ley.
El espíritu posesivo apeló a todos sus recursos para sostenerse en el poder y con el concurso de la fuerza logró mantener la aristocracia de los magnates.
El espiritismo tiende a establecer la aristocracia intelecto-moral, síntesis de la unión de la inteligencia y de las virtudes espirituales y morales, lo que anunciará el advenimiento del reino del bien en la tierra.
Todo sistema social superior, como el que significa el Espiritismo, debe desterrar ventajas y privilegios personales, colaborando toda la comunidad en el bienestar general.
Tienen valor actual las palabras de San Pablo: “El que no trabaja, que no coma ”; el pensamiento de San Gerónimo: “la opulencia es siempre el producto del robo ” y el no menos explícito de Cosme Mariño al señalar que “el carácter de inviolabilidad que tuvo el derecho de propiedad debe su origen al paganismo; el cristianismo tiende a abolirlo”.
Por su parte nos alecciona Allan Kardec cuando expone: “la riqueza y el poder engendran todas las pasiones que nos apegan a la materia y nos alejan de la perfección espiritual...
Los maestros de la humanidad son focos de luz coincidentes, que aumentando su intensidad se proyectan e irradian en cada época, de acuerdo con la evolución lograda por los pueblos.
Gandhi, una de las personalidades más notables de nuestros días, principal promotor en el logro de la independencia de la India, fue herido profundamente en su sensibilidad por el drama de los parias, por el orgullo de las castas, así como por la opresión y el egoísmo de la aristocracia del dinero.
No vaciló en enseñar al pueblo: “cuando la ley te impida amar al prójimo, desobedécela; pero antes anuncia tu decisión con tiempo ”.
Las transformaciones de la sociedad contemporánea obligan al espiritista a considerar lo que en algún tiempo se dio en llamar las pruebas de la riqueza y de la pobreza.
En el primer aspecto, la elevación espiritual del rico consistía en ser un buen administrador de los bienes que tenía a su alcance, usándolos con prudencia para el bienestar colectivo.
La pobreza se estimaba como factor determinativo en el desarrollo de las actividades del espíritu, en la adquisición de facultades y el florecimiento de ciertas cualidades.
Sin embargo, la lucha por el pan de cada día fue tragedia permanente, ejercicio y desgaste del músculo, así como de la mente.
Los espíritus evolucionados, plenos de amor y fraternidad, lucharon incansablemente y muchas veces ofrendaron sus vidas por lograr mejorar las miserables condiciones de vida del proletariado, pues, como bien lo señaló Jean Jaurés, jefe del partido socialista francés, asesinado por oponerse a la guerra de 1914: “En la abyección de la miseria, en la incertidumbre de la vida, las altas alegrías se pierden como una pobre luz sobre el cieno de las calles. Hay que libertar, pues, a las multitudes pobres de la servidumbre y de la miseria ”.
Resulta evidente que para lograr que el espíritu pueda desarrollar sus mejores sentimientos, gustar las emociones artísticas, sentir vibrar su alma con el poema, palpitar con el pensamiento constructivo del escritor y del orador, es preciso que no carezca de lo necesario, pues ello le permitirá gustar con armonía y plenitud las alegrías del espíritu.
Esta visión del futuro social, que llevará paz y tranquilidad a los lugares más humildes, eran meditación profunda y creadora en el espíritu inquieto, renovador y visionario del maestro Cosme Mariño.
Por eso se sobrepuso a los prejuicios de su época y sostuvo una valentía ejemplar: “El socialismo, bajo su faz económica y con las reglas morales que establece para dignificar y elevar a la clase trabajadora, no puede menos que orientarse en los mismos principios del espiritismo. Pero el espiritismo va mucho más lejos, porque no se limita a la faz económica, sino también a la faz espiritual, proclamando las doctrinas filosóficas que explican y fundan el derecho legítimo de todos los hombres a la vida y, por lo mismo, a no carecer de los medios indispensables para vivirla dignamente... ”
El establecimiento de una civilización que responda a la doctrina de los espíritus debe tener presente lo que expone en “El Evangelio según el espiritismo”, capitulo IX, el codificador al comentar las palabras de Cristo: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad ”  (San Mateo, cap. V, v. 4).
Señala que hasta que sea venida la hora en que los bienes de la tierra serán retenidos por los violentos en perjuicio de los mansos, a quienes muchas veces falta lo indispensable, pero cuando la ley de amor y caridad sea ley de la humanidad, el débil y el pacífico ya no serán explotados ni pisoteados por el fuerte y el violento.
Los adelantos de la ciencia, intensamente manifiestos en la técnica moderna, han realizado verdaderos milagros, acercando los pueblos, estrechando relaciones, contagiando ideas, movilizando las masas e impulsando el progreso.
Todo vibra y se agita a impulsos del pensamiento del arquitecto Divino.
Se van dando las condiciones favorables a la distribución equitativa de los bienes y riquezas que brinda la tierra al trabajo y esfuerzo del hombre.
Y así como han desaparecido las terribles iniquidades del pasado, la esclavitud, los atropellos y abusos de las primeras comunidades, nuestro siglo contribuirá al bienestar general haciendo de los bienes y riquezas de la tierra poderosos elementos para cubrir las necesidades económicas y satisfacer las inquietudes intelectuales y espirituales de todos los hombres.
Para poder lograrse este enfoco social, que constituirá la más grande revolución que registre la historia, es fundamental el conocimiento integral de lo que es el hombre, el objetivo de la vida, así como de su elevada y trascendental finalidad, que se inicia en el plano físico y se proyecta más allá de la tumba.
A esta tareas de proyecciones universales esta llamada la juventud espiritista de la actual generación, que afronta la crisis moral y espiritual más intensa de todos los tiempos; recordando a cada instante que el Espiritismo entrará en la historia cuando sus postulados sean aplicados a la solución de todos los problemas humanos.

VI

CONOCIMIENTO INTEGRAL

Los siglos transcurridos han demostrado que la esencia del Evangelio no ha llegado hasta el recinto sagrado del alma.
El Sermón de la montaña, código de leyes que señalan un sistema superior en las relaciones humanas, no ha podido desterrar las guerras revoluciones, crímenes sociales, dictaduras, persecuciones, imposiciones religiosas y políticas, abusos estatales, en detrimento de las libertades fundamentales de toda sociedad superior.
La doctrina, la vida y ejemplos del nazareno no han producido todos los frutos beneficiosos a la colectividad que eran de esperar.
Es imprescindible que al Cristo divino, encarnación de la Ley, se una al Cristo social, para que así se pueda elevar el nivel espiritual y económico de todos los pueblos y razas.
Insistimos en la necesidad de una revolución integral sobre la base del conocimiento de lo que es el hombre, considerado desde los ángulos de mira espiritual y físico.
Esta revolución, equidistante de las llamadas derechas o izquierdas, conservadoras o renovadoras, comprende a todo el conglomerado social, y su propósito esencial consiste en hacer efectivos los postulados de amor y fraternidad que proyectara el Cristianismo y que hoy reafirma el Espiritismo, con el profundo conocimiento de las leyes espirituales, accesibles al hombre contemporáneo, por el grado de madurez que ha logrado.
La medida y el justo medio, que señalara el pensamiento filosófico griego, bien comprendido y aplicado a los inquietantes problemas actuales, pueden aportar efectivas soluciones sin violencias, odios, caos y confusión.
Alejar las sangrientas revoluciones y los conflictos guerreros, que tuvieron su razón determinativa en el proceso histórico de los pueblos, para. instituir la nueva civilización, es la obra esencial del siglo XX.
La Doctrina de los Espíritus, aportando toda la riqueza de su filosofía existencial y de su valiosa experimentación mediúmnica, afronta las eternas inquietudes del ser: Dios, el alma inmortal, la pluralidad de existencias y de mundos habitados, las leyes de progreso, solidaridad y responsabilidad, las relaciones permanentes con los seres invisibles, los dos planos de vida que señalan la sociología del mundo espiritual unida a la sociología humana, impulsándola a renovaciones y transformaciones ascendentes.
DIOS. - Todo cuanto existe expresa la existencia de una inteligencia rectora, causa primera de todas las cosas, ley viva y alma del universo.
Dios - nos dice Camilo Flammarion- es la fuerza inteligente, universal e invisible, que construye sin cesar la obra de  la naturaleza.
Los más eminentes físicos modernos comienzan a ver el Universo como expresión de un pensamiento
superior    presienten a Dios como un puro matemático, retornando así al concepto pitagórico.
Su existencia se confirma a través de todos los mensajes espirituales superiores que ha registrado la Doctrina de los Espíritus.
EL ALMA INMORTAL. - La fenomenología espírita, con sus trascendentes demostraciones experimentales, con los registros científicos acumulados desde hace más de cien años, establece en forma fehaciente, que la esencia espiritual del ser contiene en germen todas las facultades y potencias intelectuales y espirituales.
Las realizaciones del ser de vida eterna, que gobierna los organismos, se proyectan más allá de la tumba y se desarrollan a través de las vidas.
PLURALIDAD DE EXISTENCIAS Y PLURALIDAD DE MUNDOS HABITADOS. Cada espíritu escribe en lo más intimo de su conciencia la epopeya gloriosa de su largo peregrinaje a través de las vidas y mundos. Nada se pierde ni malogra: trabajos y esfuerzos, luchas y sacrificios, amores y odios, alegrías y dolores, quedan estereotipados en el cuerpo periespiritual, vestidura que acompaña al ser en su evolución.
Los mundos siderales son las futuras mansiones de los espíritus que lograron desarrollar sus mejores cualidades, puestas al servicio del progreso, el bienestar y la fraternidad humana, que el espiritista extiende a todo lo creado, por su elevado y profundo respeto a la vida en sus múltiples manifestaciones.
LEY DE PROGRESO Y RESPONSABILIDAD. La ley de progreso implica consecuencia morales, justicia inmanente, responsabilidad individual, familiar y social.
En estos días cruciales para la civilización es de imperiosa necesidad que cada ser conozca y aplique en sus actos el principio de responsabilidad unido a la ley divina de consecuencias.
Los cuadros mediúmnicos y las manifestaciones de los espíritus desencarnados confirman lo expuesto.
SOCIOLOGÍA VISIBLE Y SOCIOLOGÍA DEL MUNDO INVISIBLE. Las relaciones establecidas entre los hombres y los espíritus están regidas por la ley de afinidades.
Los estados vibratorios señalan los distintos estadios de vida, en lo material y espiritual.
La Ciudad de Dios, que enunciara San Agustín, es realidad efectiva en los mundos espirituales, dónde los seres invisibles secundan los pensamientos divinos de amor, caridad y fraternidad hacia las agrupaciones humanas, despertando las conciencias, estimulando al estudio y acuciando las virtudes incipientes.
De aquí la existencia de un mundo social espiritual, donde rigen mejores sentimientos, que luego los grandes misioneros que encarnan los proyectan en el mundo, para que éste en un día no lejano pueda hacer realidad en la tierra el reino prometido por Cristo.
La historia nos muestra que al finalizar los conflictos guerreros y las sangrientas sacudidas sociales restan los gérmenes de futuros antagonismos, que generación tras generación inmolan a la flor de la juventud, beneficiándose una minoría que se enriquece a costa del dolor y el sufrimiento.
La sociología superior que proyecta el mundo invisible que responde al pensamiento divino, considera llegada la hora de una convivencia pacífica y fraternal de todos los hombres, el respeto a las ideas, vocaciones y sentimientos, así como una extensa  comprensión de todas las inquietudes científicas, filosóficas, religiosas y sociales.
Estos postulados sólo podrán realizarse en una sociedad sin clases, que se asiente en los principios espíritas expuestos, donde todos los medios de producción, los instrumentales científicos y los descubrimientos de la ciencia, estén al servicio de la paz y el bienestar general.
A esta tarea deben enfocar sus energías los jóvenes espíritas de la era atómica.
La base debe ser estructurada con granito y asentada en la forja de los plateros del alma, encarnados hoy y aquí, para vivir con la tensión y velocidad de la flecha que dará en el centro mismo de los problemas, llevando consigo la solución integral de los mismos.

VII

OBRA SOCIAL

Al egoísmo y al orgullo hay que oponerles la virtud por excelencia, la que constituye el más elevado signo de aristocracia espiritual: la caridad.
En la primera epístola a los Corintios, San Pablo señaló para todos los tiempos su trascendencia y en el versículo dos muestra la hondura del surco: Y si tuviese Profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; Y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo caridad, nada soy; y en el tres afirma su pensamiento con la tenacidad del apóstol: Y si repartiese toda mi hacienda, para dar de comer a Pobres y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve.
La doctrina espiritista construye y edifica para el presente, pero su escuela establece sobre firme base doctrinal el porvenir de la estirpe, señalando los caracteres distintivos del nuevo tipo humano.
Afirma el codificador que sin caridad no hay salvación, indicando así el verdadero camino, que pueden transitar el sabio y el ignorante, el rico y el pobre, el sano y el  enfermo, es decir, todos los seres que afrontan la dura jornada de la vida.
Cuando la caridad arde como llama votiva, el espíritu anula la envidia, destierra la injusticia, apoya y defiende    la verdad, no hiere, no ofende: todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Constituye el vínculo más firme, la fe ardiente, el sentimiento profundo, la esperanza más sólida en el logro de la fraternidad humana por encima de todas las diferencias religiosas, raciales y sociales.
Así lo han comprendido los adeptos espíritas, que no vacilan en una constante acción de ayuda al prójimo.
En todos los países de América, donde las federaciones han logrado una buena organización y difusión de los principios filosóficos y morales del Espiritismo, aquéllas y sus instituciones afiliadas realizan por todos los medios disponibles una intensa labor que lleva a los hospitales, asilos, maternidad y cárceles, el consuelo, el sostén y la asistencia a numerosos seres enfermos del cuerpo y del alma.
De los países americanos, Brasil ofrece un magnífico ejemplo, con sus extraordinarias asociaciones de ayuda social, su constante y ejemplar apoyo y aliento a miles de necesitados y desheredados, así como la recuperación de un buen número de enfermos mentales que se reintegran como factores útiles a la sociedad.
Los hospitales e instituciones espíritas del país hermano aplican los métodos terapéuticos que distinguen a los médiums curativos, quienes ayudados por los espíritus que responden al pensamiento de Cristo, restablecen el psiquismo de un buen número de obsesos, defendiéndolos de la neurosis y la psicosis.
Una falange de jóvenes formados en las instituciones espiritistas se proyectan por todas las ciudades y pueblos del país hermano. Son obra y simiente, realización y esperanza, presente y futuro, amor y caridad, trasmutados en el bálsamo que suaviza las heridas del hombre contemporáneo.
En nuestro país, casi todas las sociedades aportan su ayuda generosa y desinteresada a una obra de caridad que llega hasta los establecimientos hospitalarios, llevando el consuelo y la esperanza a muchas almas.
Asimismo en otras naciones se organizan los grupos juveniles dispuestos a esta obra.
Son los heraldos del progreso y de la paz, en cuya hondura espiritual se ha encendido la luz eterna y salvadora, la virtud suprema de amar al prójimo a través de realizaciones concretas.
Pero es indispensable que a esta acción meritoria se agregue una tarea impostergable, que la juventud espiritista de América debe realizar con urgencia. La obra que exige la hora angustiosa que vive el mundo, a la que deben aportar todas sus energías los espiritistas renovadores, los jóvenes enriquecidos con los conocimientos y sentimientos que les brinda la doctrina, con el apoyo eficaz de los espíritus que vigilan la evolución y transformación ascendente del planeta, es la obra de justicia social, que permita realizar en nuestro mundo el luminoso pensamiento que el Maestro señalara en el Sermón de la Montaña.
Bien nos lo dice en “Agenda Cristiana” el mensaje psicográfico obtenido a través de Francisco Cándido Xavier: Las ciencias sociales del presente ofrecen semejanzas con las novedades; no obstante, son antiguas. Llegaron a la tierra con Cristo, hace casi veinte siglos. Nosotros, en tanto, espíritus atrasados en el entendimiento, somos aún tardíos en su aplicación.

VII


JUSTICIA SOCIAL

La Iglesia, preocupada por todas aquellas cuestiones que se vinculan con la situación social de los pueblos, trata de ejercer su influencia en las actividades humanas, pero demasiado tardía en la aplicación del pensamiento social de Cristo, ha perdido muchos siglos y ya le resulta difícil conquistar la conciencia del ser de la humanidad.
La juventud espírita avanza en la realización del pensamiento de los directores espirituales del progreso.
Es necesario secundarlos proyectando un plan orgánico, una acción metodizada, que conjugue las mejores y más constructivas aspiraciones, apoyadas en sólidos basamentos, haciendo así que el Espiritismo “marchando con el progreso...", se coloque a la vanguardia, colaborando eficazmente en las profundas renovaciones sociales que reclama la nueva civilización.
El pensamiento de los jóvenes debe expresar inteligentemente el devenir de la raza, comprendiendo las necesidades inmediatas de esta generación, aportando su esfuerzo a toda acción constructiva.
Las Asambleas y Congresos Juveniles se han caracterizado por la eficaz tarea destinada a una mayor proyección del pensamiento espírita, aprobando numerosos proyectos, que tienden a una obra doctrinal de fuste.
Sin embargo, la hora que vive el hombre moderno, las extraordinarias y sugestivas inquietudes del siglo XX exigen a los Congresos abocarse a los problemas que hacen a la historia humana, en su trágico esfuerzo por elevar y dignificar la persona, desterrando la ignorancia y la miseria.
La riqueza - nos dice León Denis- endurece con harta frecuencia, el corazón humano; apaga esa llama interior, ese amor al progreso y a los mejoramientos sociales que alienta a toda alma generosa...
La miseria - agrega en otro párrafo- presenta también espantosos peligros: la degradación de los caracteres, la desesperación, el suicidio.
Sociólogos, economistas y hombres de ciencia están abocados al estudio de graves problemas relacionados con la producción, viviendas, superpoblación, enfermedades, delincuencia juvenil, degeneración y anemia de las fuerzas morales, en grandes sectores humanos.
El secretario general de las Naciones Unidas, U Thant, señalaba en noviembre de 1963: Hoy día existe una enorme brecha en el mundo. Una enorme brecha, porque mientras los países ricos se hacen cada vez más ricos, los países pobres se hacen cada vez más  pobres. Y  este hecho es un peligro mucho más grande para la paz del mundo que las bombas termonucleares.
El pensamiento de la juventud espiritista relacionado con los problemas humanos debe ser conocido por los gobiernos y sus ramas legislativas.
El Espiritismo cuenta en sus filas con médicos, abogados, ingenieros, odontólogos, psiquiatras, maestros, escritores, artistas etc., etc.
Buen número de jóvenes espíritas cursan estudios universitarios.
En estrecha colaboración deben proyectar un programa de los asuntos señalados, proponer soluciones, hacer conocer sus propósitos, todos ellos minuciosamente estudiados desde el punto de vista de la doctrina.
Establecer secciones clasificadas y de labor permanente que se aboquen al estudio de los problemas sociales.
Considerar al ser desde sus primeras manifestaciones de vida:
CUIDAR Y RESPETAR AL NIÑO desde antes de su nacimiento a la vida de relación, para lo cual apoyará y secundará toda obra destinada a la protección de la madre, soltera o casada, reclamando para sus hogares: higiene, alimentación racional, asistencia médica y ayuda social permanente.
ENSEÑANZA GRATUITA Y OBLIGATORIA, primario y secundaria, con extensión universitaria a todos los jóvenes que sientan vocación por ramas determinadas de las ciencias.
Desterrar de la educación toda influencia religiosa o política, para que el espíritu pueda desenvolverse con plena libertad.
SERVICIO SOCIAL OBLIGATORIO DE UN AÑO PARA LOS JÓVENES DE UNO Y OTRO SEXO. Señalar que toda generación ha recibido de las anteriores los beneficios de la civilización, síntesis de los esfuerzos y de las intensas luchas de nuestros antepasados por mejorar las condiciones de vida.
Todo joven, al cumplir veinte años, debe aportar, a la comunidad su esfuerzo constructivo, de acuerdo con su grado de cultura, profesión, trabajo manual o tarea social de su preferencia.
De esta manera, todas las naciones podrán disponer de un rico plantel humano que aplicará sus actividades en beneficio de la comunidad en hospitales, asilos, maternidades, así como en la construcción de viviendas, arado de tierras vírgenes, en la extracción de enormes reservas de riquezas que contiene el planeta.
El servicio social obligatorio aliviará a los pueblos de los elevados presupuestos militares y permitiría encauzar las energías juveniles en obras que contribuirán a la grandeza de las naciones.
A su vez el Estado deberá proveer a  los jóvenes, de vivienda, alimentación, esparcimientos deportivos, funciones artísticas y reuniones literarias, etc., durante el año en que ofrezcan sus energías en beneficio de la sociedad.
Se intensificará así el espíritu de solidaridad, de ayuda mutua y de fraternidad permanente, realizando este quehacer social en un ambiente de libertad y respeto a todas las ideas políticas o religiosas.

- Apoyar y fomentar la creación de leyes que permitan el acceso a la tierra a todos los hombres que deseen trabajarla.
La escasez de alimentos incide e n la salud y estado físico de millones de niños, hombres y mujeres de nuestra era atómica.
Las estadísticas señalan el aumento progresivo de mortalidad infantil, de la extensión de la tisis y otras graves enfermedades cuyo origen se encuentra en la falta de una nutrición racional y completa.
Una tarea bien planificada permitirá obtener de tantas tierras, abandonadas en manos de una minoría egoísta, los productos necesarios en la mesa familiar.
- Solidarizarse con y unirse a todos aquellos que luchan por la supresión de la guerra atómica.
Todos los descubrimientos científicos deben ser puestos al servicio del bienestar social, para que en los hogares de la tierra reine la paz y la alegría de una vida intensa y plena de realizaciones.
- Propender a que desaparezca la explotación del hombre por el hombre.
Para ello bastará a los jóvenes espíritas tener presente el pensamiento rector de Allan Kardec:
- Siendo el progreso una condición de la naturaleza humana, no es posible a nadie oponerse a él. Es una fuerza viva que pueden retardar, pero no ahogar las malas leyes. Cuando éstas son incompatibles con el, las barrena y arrastra con ellas a todos los que intenten mantenerlas, y sucederá así hasta que el hombre haya puesto sus leyes en relación con la justicia divina, que quiere el bien para todos y no leyes hechas por el fuerte en perjuicio del débil.
En nuestros días el fuerte crea poderosas organizaciones comerciales y sociedades anónimas que se extiendan más allá de toda frontera para explotar al máximo las energías del hombre en provecho de un número limitado de familias privilegiadas, que amparándose en leyes absurdas usan y abusan del poder que las mismas les confieren.
- Intensificar la lucha contra la pena de muerte.
Resulta paradójico y falto de sentido común seña1ar, en las Cartas Magnas de las naciones, a Dios como fuente de sabiduría y poner a la vista el crucifijo con la víctima inocente del Gólgota, para luego sentenciar a muerte al delincuente.
Sabe bien el joven espírita de las causas psicológicas  de la incidencia de factores subconscientes y de las frustraciones de los primeros años de vida del niño, a lo cual agrega la historia de sus vidas pasadas, que pueden producir alteraciones de la personalidad, arrastrando al hombre al delito.
Por otra parte, es de fundamental importancia señalar que las estadísticas demuestran en forma inequívoca que en los países donde se aplica esta pena bárbara e inhumana aumenta la delincuencia.
Esta y otras muchas iniciativas, tanto o más importantes que las señaladas, deben ser consideradas a través de profundos estudios en los Congresos que agrupen a los jóvenes espiritistas del siglo XX, para que sean incorporadas a su quehacer doctrinal, sin necesidad de crear o apoyar partidos políticos determinados, sino que aunará todas sus energías para tratar de que el Reino del César se transforme en el ,Reino de Dios, atento con el pensamiento del filósofo de nuestros días, Nicolás Berdiaeff.
Aquí y en esta hora de fecundas e inquietantes sugestiones proyectadas hacia el futuro, se ofrecen al joven extraordinarias posibilidades, si su corazón es templo que guarda celosamente los principios doctrinales enseñados por espíritus de amor y luz, que guían a la raza hacia planos superiores.
Cultive su espíritu, hoy y mañana; marche sereno, con la alegría espiritual de sembrar la simiente de una nueva civilización.
No ceda nunca ante la ignorancia, la maldad y los intereses creados: luche y trabaje, ría y llore, cante y vibre con mente de luz hasta orillar la tumba...
En medio de las fatigas de la jornada detenga su paso, escuche las voces de los vientos, preste su alma al canto de los poetas y con Gabriela Mistral murmure quedamente:

Diestra: tú serás activa;
Labio: tú dirás verdad;
Mirada: tendrás dulzura;

Corazón, tendrás piedad.