LA EMOCIÓN CREADORA
“Solo el progreso moral –asevera Allan
Kardec– puede asegurar la felicidad de los hombres en la tierra, enfrenando las
malas pasiones; sólo él puede hacer reinar entre ellos la concordia, las paz y
la fraternidad.”
Hay una relación
directa entre la aurora que despliega sus alas luminosas, pintando de arrebol
el cielo, a la vez que se proyecta en las cumbres de las montañas para
descender lentamente por los caminos de la tierra, ahuyentando las sombras de
la noche, y el crepúsculo, que hace policromía de arco iris para vibrar
intensamente en el nuevo día, en proceso de continuidad y realización
progresiva.
Así también, la
vida del niño se enlaza con la del Joven
y con los trémulos pasos del anciano que marcha hacia un crepúsculo físico, que
será para su alma aurora, al llegar a los planos invisibles, si supo aprovechar
la jornada, si su acción fue impulsada por la emoción creadora en lo artístico
y en lo intelectual, en lo moral y espiritual.
El Espiritismo
sabe de un devenir ascendente de la especie, sobre la base de la transformación
moral, de los esfuerzos, trabajos y tesón que
la Juventud desarrolle sin
medir espacio ni distancia, sin tregua ni pausa.
Tendrá el elevado
criterio de recordar lo mejor del pasado, digno de ser realizado y superado,
luchando desde todos los ángulos de la sociedad
contra las fuerzas regresivas, que pretendan poner valla al impulso
renovador y revolucionario que caracteriza a cada nueva generación, que trae en
lo más intimo de su Espíritu la rica veta de esperanzas y promesas contraídas
en los planos invisibles antes de ceñirse la armadura de carne.
La Juventud incorporada al Espiritismo,
sabe de las infinitas posibilidades, de la intensidad de la acción a desplegar,
de los anhelos y esperanzas que se agitan al ritmo de las nuevas existencias,
que impulsan a la conquista de más profundos conocimientos y al desarrollo de
elevados sentimientos de amor y fraternidad.
Esta Juventud, que sucede a la generación
que se marcha lacerada, lastimada y profundamente herida por las funestas
consecuencias de la guerra y la violencia en general, tiene a su favor el
conocimiento de la ley de causalidad, sabe de una justicia inmanente, lo que
establece definitivamente la Verdad Divina de comprender que cada uno es el
artista de su alma, el artífice de sus virtudes, el forjador de su libertad
espiritual y el creador de su cuerpo etérico de luz y belleza.
Conoce y
comprende dónde radican las causas de su dicha o de su dolor, de su libertad o esclavitud, de
su elevación o caída, sin endorsarlos exclusivamente a las condiciones sociales
que lo rodean.
Busca y encuentra
en las profundidades de su Espíritu, en el templo interior de su alma, en la
zona misteriosa del subconsciente, en los pliegues de su periespíritu, la
historia de un pasado que incide en cada instante de su vida presente.
Pero lo alientan
la fe y la esperanza de una constante y permanente conquista superior, al
enriquecer su Espíritu con nobles pensamientos, con la meditación y el estudio
de las leyes superiores y divinas, que al ponerlo en contacto con los Espíritus
superiores lo acercan a Dios.
El valor efectivo
de estos conocimientos lo pondrá en evidencia en todos los actos de su vida, en
su fecunda obra constructiva de adelanto y perfeccionamiento, en lo familiar y
lo social.
Tendrá un
concepto integral de los problemas humanos, comprendiendo que para realizar sus
mejores aspiraciones como artista, poeta, escritor, arquitecto, constructor u
obrero, necesita estar rodeado de condiciones sociales propicias que lo ayuden
y secunden en sus nobles propósitos y aspiraciones.
En consecuencia,
no colocara al individuo en un extremo y a la sociedad en el opuesto, pues sabe
que un lazo permanente lo une a lo colectivo, lo que le impone el deber de
luchar por los desheredados, por los pobres y los humildes, combatiendo la
injusticia, proclamando la ley de libertad: libertad de pensar, libertad de
conciencia, libertad de enseñar y libertad de rechazar todo lo que atente
contra la justicia y el bienestar social.
Recordara, con
Víctor Hugo, que la “libertad es la aspiración y la respiración del género
humano”, y que nadie debe constreñirla o limitarla por los intereses creados de
determinada clase social.
Para concretar
estos ideales de superación debe, en primer término, actualizar las potencias
creadoras de su alma, buscando en lo íntimo de su ser la fuente inagotable de fuerzas
morales y espirituales, sintiendo los llamados misteriosos, pero imperativos,
del ideario Espírita, que lo estremecen con la emoción creadora del artista,
quien al esculpir el bloque de mármol forja con el cincel la estatua eterna que
impregnará de luces divinas su Espíritu inmortal.
La juventud Espiritista moderna, en
constante alerta, en tensión permanente, marchara con firmeza y acción
constructiva hacia un futuro mejor, colaborando en todo esfuerzo que tienda a
mejorar las condiciones de vida de los pueblos.
Así lo señala al
codificador de la Doctrina Espírita: “Ningún hombre tiene facultades completas.
Por medio de la unión social se complementan los unos a los otros para
asegurarse el bienestar y el progreso. De aquí que, necesitándose unos a otros,
han sido hechos para vivir en sociedad y no aislados”.
Es, pues,
imprescindible que la juventud oponga
firme resistencia al espíritu estático y conservador que caracteriza a la
mediocridad, la cual impone quietismo a la juventud,
rutina en las ideas y acciones, domesticando al Hombre, condicionándolo para la
hipocresía y el menor esfuerzo, debilitando la responsabilidad moral y
adormeciendo los nobles impulsos de la fuerza interior que transfigura en
emoción creadora en la reforma y perfeccionamiento de la personalidad.
De las señales
que fueron dejando en su paso por la tierra los Espíritus excelsos recordaran
siempre el pensamiento del poeta argentino Esteban Echeverría: La vida en un
combate perpetuo contra la maldad que nos circunda.
Impulsara su
acción constructiva por las sendas señaladas en el libro de luz que, proyectado
por El Espíritu de la Verdad, recorre los amplios y extensos caminos del mundo
con el nombre de “El Evangelio según el Espiritismo”.
El diamante
es laborado por el lapidario que, puliendo las ásperas aristas, las transforma
en brillantes facetas.
La juventud Espiritista en la era
contemporánea se proyectará en permanente forja, para hacer del espíritu de
esta generación una estrella luminosa que señale la crística senda de la
regeneración y perfeccionamiento de la raza.
Acelerar la
evolución espiritual trabajando con entusiasmo, ofreciendo las mejores energías
a todas las ideas, pensamientos y acciones de progreso, constituye el motor
esencial que al aumentar sus revoluciones acrecienta la corriente positiva que
extenderán su influencia sobre todos los pueblos.
Santiago A.
Bossero, In Memoriam.