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OBJETIVOS: . Promover el estudio, la difusión y la práctica de la Doctrina Espírita, prestando atención fraterna a las personas, .que buscan esclarecimiento, orientación y amparo para sus problemas espirituales, morales y materiales; .y que quieran conocer y estudiar la Doctrina Espírita en sus aspectos científicos, filosóficos, sociales, morales, espirituales y religiosos.

jueves, 26 de enero de 2012

EL ESPIRITISMO Y LOS PODERES TEMPORALES (Humberto Mariotti)


I - El ESPÍRITU Reencarnado Frente al Estado

El Ser a la luz del Espiritismo es un Espíritu reencarnado que vive y permanece en constante transformación moral al penetrar mediante sus existencias sucesivas en los variados períodos de la historia. La venida de un Ser a la tierra representa para la concepción espírita del hombre y de la vida una reencarnación del Espíritu, es decir que en todo nacimiento existe un renacimiento. Pero el Ser al reencarnar no penetra en un medio donde su desenvolvimiento resulte una consecuencia de la propia libertad; el Ser reencarna en una nación determinada pero estará sujeto a las prescripciones de la Sociedad y el Estado. Entra en lo visible pero se somete al sistema social en vigencia. Reencarna para que se cumplan los determinismos éticos de su propio destino, lo que genera los estados existenciales a través de los cuales deberá pasar. La ley de sociedad acoge al Ser de acuerdo con las esencias morales que él ha desarrollado; se opera en su clima social situaciones por él mismo determinadas. Pero muchas veces esas situaciones no son comprendidas ni interpretadas por la Sociedad y menos por el Estado. Y esto ocurre porque el “sentido de la vida” que los fundamenta desconoce las profundidades metafísicas del Ser. El “mundo” de la Sociedad y el Estado es netamente materialista y considera al Ser como un complejo fisicoquímico, el cual podrá ser conformado de acuerdo con los intereses de la “ideología” sobre la cual se asienta. Para el Estado materialista no hay en el recién nacido una entidad que regresa al mundo; el Ser es para el Estado, primero, un ente social sobre quien tiene absoluto poder y después un “alma” relacionada con Dios si las instituciones religiosas así lo reclaman y sostienen.
De manera que el Estado está distante de un concepto preexistencial del Ser; el Espíritu reencarnado es antes una “creación” que una reencarnación, lo que hace que el Estado y la Sociedad no vean en él nada más que un ente en formación y no una manifestación espiritual. Ambos organismos están asentados sobre la única realidad para ellos existente: el mundo visible, pues lo invisible y menos lo espiritual no cabe dentro de tal concepción absolutamente materialista. Y al ser el hombre una mera “composición” biológica, el Estado no espera a un Espíritu que ya estuvo en él, sino que considera a todo nacimiento la consecuencia del apareamiento de los sexos. El Ser es la consecuencia de una función erótica de los seres y no una reencarnación del Espíritu.
Mientras las esencias del Estado y la Sociedad se apoyen sobre estructuras puramente materiales, el hombre no será otra cosa que un mecanismo al servicio de los poderes temporales. De ahí que la enseñanza que se imparte en las escuelas sea de carácter materialista; el niño es un instrumento plástico cuya mente podrá ser modelada de acuerdo con los cánones doctrinarios del Estado. Y es en esto donde el Espiritismo pugna por demostrarle al mundo de la cultura la espiritualidad humana y de toda forma de vida mediante hechos objetivos que no puedan ser rebatidos por el concepto materialista. Empero, estos esfuerzos por superar la objetividad del materialismo son condenados por las escuelas idealistas sin educir que sólo por los fenómenos mediúmnicos es cómo se contendrá el avance del nihilismo contemporáneo.
Se quiere una espiritualidad determinada y no la que surja de los hechos, y es aquí donde está el debilitamiento de la verdad espiritual, pues se olvida que frente a un Estado materialista sólo los hechos pueden obligarlo a cambiar de rumbo en las concepciones filosóficas que sustenta acerca del hombre.
El Espiritismo no está en contraposición con ninguna filosofía idealista, pero reconoce que sus principios son muy endebles como para conmover las férreas concepciones materialistas del Estado moderno. Téngase presente que en él ni lo cristiano logra penetrar como corresponde; lo ético mismo para la Sociedad es sólo una regla de conducta conveniente para el mantenimiento del orden; pero de acuerdo con el concepto materialista del Ser lo ético es un epifenómeno carente de objetividad frente al estado de conciencia imperante. La fuerza reemplaza de continuo a la razón y sobre quien recae esta contradicción moral es sobre la Sociedad constituida por numerosas colectividades de Espíritus reencarnados. Es así como se generan los grandes contratiempos históricos que se erigen en los principales factores para entorpecer las formas normales y pacíficas del desarrollo de la ley de progreso.
El Estado y la Sociedad no hallan correspondencia armónica entre sí cuando no se reconocen esencialmente como una sola expresión del progresó general de la humanidad. Pero cuando la filosofía de la historia llegue a considerar que Estado y Sociedad no son más que la consecuencia moral de la reencarnación de los Espíritus, no queda otra cosa que admitir una política de paz, fraternidad y entendimiento, puesto que todo Ser es un mundo moral en pequeño que, a la luz de la reencarnación, puede resultar la base gigantesca de nuevas y avanzadas formas del devenir moral y social. Esto estaría indicando que el ser que nace puede resultar el portador de una nueva orientación en la marcha del progreso y que nada ni nadie es pequeño e insignificante frente al resto de los demás.
La lógica y la justicia a aplicarse en la consideración del hombre y el ciudadano deberán basarse en la más profunda comprensión espiritual. Nadie pues es un ente moral degradado para siempre porque en todo ser reencarnado existe la posibilidad de transformarse en un hombre de bien.
La ley de la reencarnación lleva al Estado y a la Sociedad a reconocer que en todo Ser existe un tiempo de transitoriedad, es decir que le permite al Espíritu abandonar su imperfecto clima moral para penetrar en otro límpido y superior si sus esfuerzos así lo desean. De manera que a la luz de la filosofía moral del Espiritismo todo está llamado a transformarse en bien, ya que el mal no es más que un estado transitorio del Espíritu. Para la moral espírita el mal no es fijo ni permanente ni duradero; el mal por razones de evolución está llamado a transformarse en bien en virtud de un proceso dialéctico que ilumina la esencia espiritual del hombre y de la naturaleza.
Cuando el Estado se integre a la concepción espiritista de la vida, los hombres no serán considerados máquinas, sino Espíritus reencarnados que vuelven a penetrar en el proceso histórico por designio de la voluntad divina hasta alcanzar su perfeccionamiento moral.






II - La Evolución Espiritual del Estado

El Estado es un ente que percibe el clima social a través de la sensibilidad de quienes están instalados en él; de ahí que lo político tiene mucha relación con lo espiritual y lo religioso puesto que si el hombre político-religioso no penetra en los ámbitos del Estado su posición moral estará distanciada de toda visión trascendente. El mismo Ser absoluto de Hegel si no es penetrado por un hombre metafísico no se le comprenderá como a una “porción” de entes reunidos que deberán separarse para adoptar su individualidad y avanzar mediante etapas y transformaciones que sobrepasen las “sustancias estáticas” de la naturaleza.
El Estado posee una esencia, que deberá espiritualizarse mediante la instalación en él de Espíritus superiores y de conciencias iluminadas por un conocimiento profundo del universo. El Estado será transformado por la encarnación en él de Espíritus iluminados que reunidos le darán una nueva fisionomía social y hasta económica. De este modo brillará en él el Espíritu Divino de Jesús y el hombre será en sus múltiples dimensiones no una “formación material”, sino una reencarnación espiritual por cuya razón se transformará en cuna fraterna y acogedora para los que vuelven a entrar en sus estructuras sociales mediante el cumplimiento de la ley palingenésica. El Estado a la luz del Espiritismo devendrá un ser colectivo conformado por un número de seres capacitados para regir armónicamente la marcha evolutiva de la sociedad.
El Estado devenido un ser colectivo se transformará en un senado donde la reencarnación será la primera ley moral para interpretar los fenómenos individuales y colectivos. Esta visión espírita del Estado hará que deje de ser un severo vigilante para el Espíritu reencarnado. Devendrá pues un mundo moral que verá en cada nacimiento la llegada de un Espíritu que reencarna para proseguir su progreso moral. En esta situación el Estado no será una “fuerza de gobierno” sino un organismo espiritual en continua relación con los elevados planos del mundo invisible.
Ahora bien, el Estado positivo-materialista es un poder material que sólo aspira a dominar por la fuerza. En su constitución no hay Espíritus; lo que conforma su esencia es la fuerza y el poder; pero el Estado está llamado a evolucionar sobre la base moral de la ley de sociedad. Esta ley es precisamente una demostración de lo que representan los Espíritus desencarnados en la organización social. El único poder real que le dará vigor y consistencia al Estado será un verdadero sentido de la vida cuya expresión moral se manifestará a través de la ley de justicia, amor y caridad.
En efecto, tal como lo ve el Espiritismo, la sociedad existe a causa de esa reunión de entidades espirituales que se aglutinan en un determinado lugar geográfico, determinado, así una nación o asociación de personajes espirituales. De esta asociación surge la sociedad con sus leyes y constituciones las cuales tienen la validez moral que le confieren la ética práctica de los Espíritus allí reencarnados. El Estado suele imponerse a la Sociedad cuando carece de una visión espiritual del hombre y de la historia, es decir que gobierna severamente al ignorar las leyes espirituales que impulsan al proceso histórico. Pero cuando tanto el Estado como la Sociedad se reconozcan como entidades colectivas animadas por Espíritus reencarnados, regirá los movimientos físicos y psíquicos de las naciones la ley de justicia, amor y caridad (ver El Libro de los Espíritus, Cáp. XI; 873).
La sola idea de nacimiento no es suficiente para conocer el misterio del origen de las asociaciones humanas y del poder temporal o espiritual que alcanza el Estado. Empero, con el conocimiento de la ley de reencarnación de los Espíritus todo lo natural como lo social y político se presentan como elementos determinados por la reencamación de entidades espirituales. Se conoce así que el hombre no es ajeno a lo espiritual sino que es la consecuencia de la reencarnación de los Espíritus en la Tierra.

La Historia, el Estado, la Sociedad sin una viva relación con lo pasado son fenómenos sin significación moral ni espiritual. El tiempo y el espacio son medidas ineficaces para valorar el proceso dramático y viril de las edades. El tiempo y el espacio son realidades si no sufren una solución de continuidad que las distancie entre sí y de los proceso-situaciones de la Historia Universal. Porque la Sociedad, el Estado y la Historia no son fragmentos separados, por el contrario están unidos por un tiempo y un espacio que fluye de un incesante devenir espiritual, es decir que sus esencias pertenecen a una misma fuente ontológica. A la luz del Espiritismo se pone de manifiesto un preexistir, no sólo para el Ser sino tam­bién para los fenómenos del proceso universal. Es decir que la Sociedad, el Estado y la Historia están unidos a lo pasado espiritualmente y que son escenarios sobre los cuales actúan los Espíritus reencarnados y desencarnados.
La Sociedad, el Estado y la Historia no caben dentro de un tiempo deténido en un presente estático. Es realizar teorizaciones irreales si el pensamiento abarca sólo el presente; la validez ontológica de todo saber histórico radica en el conocimiento preexistencial de los hombres y los hechos. Pensar en un proceso metafísico del Ser sin una conciencia preexistencial de lo histórico, es estar hablando con entes muertos que no responden al quehacer profundo de la filosofía.

Texto publicado na revista Aurora, nº 5 - ano III, fevereiro de 1981 - Rio de Janeiro-RJ.
Humberto Mariotti (1905-1982), poeta, escritor, jornalista, conferencista e intelectual espírita portenho. Foi presidente da Confederação Espírita Argentina de 1935/1937 e 1963/1967. Esteve, junto com Manuel S. Porteiro, no Congresso Espírita Internacional de Barcelona (1934). Foi também vice-presidente da Confederação Espírita Pan-Americana (Cepa) em duas gestões. Escreveu, dentre outras obras: Dialéctica y Metapsíquica; Parapsicologia y Materialismo Histórico; El Alma de los Animales a Luz de la Filosofia Espírita; En Torno al Pensamiento Filosofico de J. Herculano Pires; Victor Hugo, el Poeta del Más Allá; Los Ideais Espíritas en la Sociedad Moderna.




jueves, 12 de enero de 2012

El Horoscopo - Richard Simonetti - (del libro Cruzando la Calle)

Alcibíades Dulcidio leía el periódico mientras espera el café preparado por la esposa. Se detuvo  en el horóscopo, observando su signo:
“Las influencias astrales son negativas. Habrá tendencia para la irritación. Cuidado con la  dirección de su automóvil. Controle las comidas, evitando problemas digestivos”.
– Por lo visto –comentó – estoy de “bajo astral”.
– Mira, muy bien, todo eso es una tontería…
– ¡Tonta eres tú hablando de lo que no sabes!... ¡Se trata de una ciencia!
– Pseudo…
– ¡No seas ignorante! ¿Será que siempre me tienes que contrariar?
Alcibíades mal termina de desayunar. Sale sin despedirse, irritado. Toma el coche y, aun  enfadado por la “grosería” de la mujer, no repara en un ligero desvío de la dirección, lo que lo  lleva a raspar una de las aletas en la pared, abollándola.
Reprobando íntimamente a la esposa, a quien considera culpable por el accidente, partió para  la oficina. Trabajó con dificultad, sin conseguir superar la incómoda intranquilidad, en base a  los acontecimientos de la mañana. No almorzó bien, acometido por una terrible acidez. Fue un  día pésimo, coronado por una áspera discusión con un subordinado.
A la mañana siguiente, él vuelve a leer su horóscopo.
“Día favorable. Tendrá alegrías en el hogar. Irá todo muy bien en el servicio profesional. Salud  perfecta en ese periodo”.
Dulcidio se animó. No se atrevió a comentar más con la mujer, pero suelto, charló durante  algunos minutos y, en la despedida, la beso, cariñosamente. Hizo un óptimo viaje camino a la  oficina, estimulado, eufórico. No hubo problemas digestivos. Almorzó tranquilo. Pidió  disculpas al funcionario que agredió verbalmente. ¡Un óptimo día!
Al salir del trabajo, por la tarde, no se contuvo. La redacción del periódico quedaba allí en las  inmediaciones. Fue hasta allí. Quería conocer al astrólogo y felicitarlo por la exactitud de sus  predicciones.
En aquella hora la redacción estaba casi desierta. Encontró apenas a un chico que escribía algo.
Preguntó por el titular de la columna astrológica.
– No tenemos…
– ¿No? ¿Y quién hace las predicciones?

– Soy yo. Ahora mismo estoy preparando el horóscopo de mañana.
– ¿Eres aprendiz de Astrología?
– No entiendo nada del asunto. Pero no es difícil. Hay centenas de predicciones escritas  ya. Es sólo copiar…
– ¿Y hay una orientación para seleccionar los textos?
– ¡No, señor! Las cojo  y los pongo al acaso…
Dulcidio dejó la redacción aturdido.
– ¡Dios, mío!  –Comentó consigo mismo– Si por engaño escribieran que los nacidos en  determinado signo van a morir en aquel día, ¡son capaces de matar a mucha gente!...
                                                                           
                                                          
                                                                              ****                                                                           



 El hombre es señor de su propio destino. Las influencias más serias que vengan a sufrir se  condicionan a su propia voluntad…


Por eso, los vaticinios relacionados con la vida diaria, basados en meras especulaciones  astrológicas, solamente se concretan en la medida en que les demos el aval de la aceptación.

El Girasol - Bezerra de Menezes - (del libro Comentarios Evangélicos)

Nos permitiremos intentar extraer del símbolo suministrado por el girasol una lección evangélica.

Sabemos cómo reacciona el girasol en presencia del astro-rey. Es un ejemplo clásico de heliotropismo: se vuelve directamente hacia el sol, acompañando su curso aparente y alrededor de la tierra en todas las horas del día. Y aún creciendo muy alto, parece querer aproximarse lo más posible del cuerpo celeste que nos ilumina.

También nosotros poseemos un maravilloso sol en nuestras vidas: es el corazón del Maestro que desde lo alto irradia hacia nosotros, despejando luz y amor en nuestros caminos, inspirándonos cuando lo permitimos, paciencia, caridad y tolerancia.


Sin embargo, ¿cuántos de nosotros nos mantenemos vueltos hacia el Cristo? ¿Cuántos de nosotros recordamos que tenerlo como centro de nuestras vidas sería nuestra mayor garantía de paz? ¿Cuántos procuramos acompañando su curso de incansable acción redentora, recibir los inefables beneficios que dé El emanan?  

En verdad, algunos de nosotros solo lo hacemos en horas previamente establecidas, durante los trabajos espirituales o en minutos de plegaria y meditación, olvidando que, si el girasol de nuestros jardines tiene horas de tinieblas y abandono alternándose con las de diurna claridad, para los discípulos del Maestro no hay jamás oscuridad o desamparo, pues Jesús no duerme en su desvelo por aquellos que le fueron confiados, y nunca se apaga o siquiera desmaya su luminosa irradiación. 

Nos corresponden a nosotros, con la simple acción de aceptar a Jesús como el divino sol de nuestras vidas, apartar lejos las tinieblas, las dudas y aflicciones, integrándonos definitiva y realmente en el cuadro de sus discípulos, en decidida ascensión hacia Dios.

Que El permita que concretemos ese noble ideal en breve tiempo y la plegaria que le hacemos confiados en su amor.

miércoles, 11 de enero de 2012

La Sorpresa -Richard Simonetti- (del libro, Cruzando la Calle)

– Haremos una sorpresa para nuestra querida Otilia. Iremos a su casa y cantaremos para  ella, felicitándole su cumpleaños. ¡Ella se va a “morir” de emoción!
El grupo de jóvenes, integrado en la Juventud Espírita,  integrantes de una institución, tenía  razones para festejar el acontecimiento. Otilia era muy estimada, una joven muy dinámica,  participante del grupo de música, llena de iniciativas, alegre y comunicativa.
Planearon todo muy bien. Prepararon “comidas y bebidas” para su fiestita que seguiría al homenaje… Todo hecho en “silencio”, a fin de que la protagonista no desconfiase de nada. Llegaron hasta componer una música, con un estribillo  sincero, que decía así:
                                                        “Tú eres nuestra compañera,
                                                          Nuestro ejemplo vivo,
                                                          Nuestra líder inspiradora,
                                                          Seguiremos siempre contigo”
Llegaron despacito, silenciosamente, conteniendo la propia euforia, risas apagadas… abrieron  el portal, llegaron al área interna y se prepararon para iniciar la canción cuando oyeron la voz  de Otilia, de un timbre extraño, ardiente, discutiendo con la madre:
         – ¡Yo ya te dije que no te entrometieras en mí vida! ¡Hago lo que juzgo correcto y tú no  tienes nada que ver con eso!
         – Hija mía, –pedía la madre– habla bajito, los vecinos están oyendo…Tengamos cuidado.
Nadie necesita saber  nuestros problemas…
         – ¡Ahora, los vecinos que se fastidien!  –Gritaba la muchacha a pleno pulmón– ¡y tú  también!
         – Otilia, no quiero discutir, pero no es justo obrar como si vivieras sola. ¡Nuestra vida es           difícil! Están tus hermanos menores, tu padre está enfermo. Necesitamos unirnos…
         – ¿Tú qué quieres decir con eso que debo cuidar de las dificultades? ¿Contribuir para el  sustento de la casa? ¡Negativo! Mi tiempo es escaso y tengo necesidades personales.
¡Lo que gano mal da para atenderlas!
El personal oía aterrorizado. Aquella Otilia era totalmente desconocida. Áspera, agresiva,  maleducada, bien diferente de la chica que frecuentaba el Centro, exhibiendo una engañosa  sonrisa.
El diálogo proseguía, en un duelo ingrato entre la madre, señora respetable y sufridora, y la  hija, indisciplinada y gritona.


En un momento dado, Otilia exasperada, se aparta diciendo palabrotas y abre la puerta…
Lívida, desagradablemente sorprendida, se encuentra con los compañeros que la miran en  silencio. Poco después ella está sola en el pasillo. En el suelo quedan copias arrugadas de la  música en su homenaje, con el estribillo:
                                                   “Tú eres nuestra compañera,
                                                    Nuestro ejemplo vivo,
                                                    Nuestra líder inspiradora,
                                                    Seguiremos siempre contigo”
                                                                           ****
Si fallece en nosotros el empeño de ajustar nuestro comportamiento al que idealizamos, bajo  inspiración de principios morales, no sólo marcaremos  paso en relación a la propia edificación, como causaremos desanimadas decepciones en aquellos que siguen con nosotros.

miércoles, 4 de enero de 2012

Tres Palabras (León Denis)


Todo el poder del alma se resume en tres palabras: -Querer, Saber, Amar!

Querer, o sea, converger toda la actividad, toda la energía, hacia el blanco que se tiene que alcanzar, desarrollar la voluntad y aprender a dirigirla.

Saber, porque sin el estudio profundo, sin el conocimiento de las cosas y de las leyes, el pensamiento y la voluntad pueden desviarse en medio de las fuerzas que buscan conquistar y de los elementos a quienes aspiran gobernar.

Por encima de todo, es preciso amar, porque sin el amor, la voluntad y la ciencia serian incompletas y muchas veces estériles. El amor las ilumina, las fecunda, les centuplica los recursos. No se trata aquí del amor que contempla sin actuar y si del que se dedica a esparcir el bien y la verdad por el mundo. La vida terrestre es un conflicto entre las fuerzas del mal y las del bien. El deber de toda alma viril es tomar parte en el combate, traerle todos sus impulsos, todos sus medios de acción, luchar por los otros, por todos aquellos que se agitan aun en la vía oscura.

Amemos pues, con todo el poder de nuestro corazón: amemos hasta el sacrificio, como Juana de Arco amó a Francia, como Cristo amó a la humanidad, y todos aquellos que nos rodean recibirán nuestra influencia, se sentirán naciendo para una nueva vida.