Alcibíades Dulcidio leía el periódico mientras espera el café preparado por la esposa. Se detuvo en el horóscopo, observando su signo:
“Las influencias astrales son negativas. Habrá tendencia para la irritación. Cuidado con la dirección de su automóvil. Controle las comidas, evitando problemas digestivos”.
– Por lo visto –comentó – estoy de “bajo astral”.
– Mira, muy bien, todo eso es una tontería…
– ¡Tonta eres tú hablando de lo que no sabes!... ¡Se trata de una ciencia!
– Pseudo…
– ¡No seas ignorante! ¿Será que siempre me tienes que contrariar?
Alcibíades mal termina de desayunar. Sale sin despedirse, irritado. Toma el coche y, aun enfadado por la “grosería” de la mujer, no repara en un ligero desvío de la dirección, lo que lo lleva a raspar una de las aletas en la pared, abollándola.
Reprobando íntimamente a la esposa, a quien considera culpable por el accidente, partió para la oficina. Trabajó con dificultad, sin conseguir superar la incómoda intranquilidad, en base a los acontecimientos de la mañana. No almorzó bien, acometido por una terrible acidez. Fue un día pésimo, coronado por una áspera discusión con un subordinado.
A la mañana siguiente, él vuelve a leer su horóscopo.
“Día favorable. Tendrá alegrías en el hogar. Irá todo muy bien en el servicio profesional. Salud perfecta en ese periodo”.
Dulcidio se animó. No se atrevió a comentar más con la mujer, pero suelto, charló durante algunos minutos y, en la despedida, la beso, cariñosamente. Hizo un óptimo viaje camino a la oficina, estimulado, eufórico. No hubo problemas digestivos. Almorzó tranquilo. Pidió disculpas al funcionario que agredió verbalmente. ¡Un óptimo día!
Al salir del trabajo, por la tarde, no se contuvo. La redacción del periódico quedaba allí en las inmediaciones. Fue hasta allí. Quería conocer al astrólogo y felicitarlo por la exactitud de sus predicciones.
En aquella hora la redacción estaba casi desierta. Encontró apenas a un chico que escribía algo.
Preguntó por el titular de la columna astrológica.
– No tenemos…
– ¿No? ¿Y quién hace las predicciones?
– Soy yo. Ahora mismo estoy preparando el horóscopo de mañana.
– ¿Eres aprendiz de Astrología?
– No entiendo nada del asunto. Pero no es difícil. Hay centenas de predicciones escritas ya. Es sólo copiar…
– ¿Y hay una orientación para seleccionar los textos?
– ¡No, señor! Las cojo y los pongo al acaso…
Dulcidio dejó la redacción aturdido.
– ¡Dios, mío! –Comentó consigo mismo– Si por engaño escribieran que los nacidos en determinado signo van a morir en aquel día, ¡son capaces de matar a mucha gente!...
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El hombre es señor de su propio destino. Las influencias más serias que vengan a sufrir se condicionan a su propia voluntad…
Por eso, los vaticinios relacionados con la vida diaria, basados en meras especulaciones astrológicas, solamente se concretan en la medida en que les demos el aval de la aceptación.
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