EXHORTACIÓN
Joven, que te ofrendas en acción permanente, que alimentas
con energía la flama eterna del ideal que estremece lo íntimo de tu Espíritu; sumérgete cada aurora en la fuente de eterna Juventud de la Doctrina de
los Espíritus.Saldrás de ella renovado, transformado, anheloso de brindarte al progreso, camino de las cumbres, a impulsos de tus mejores pensamientos, vitalizados, saturados y renovados con las vibraciones espirituales de los seres invisibles superiores, que te apoyaran generosamente en cada instante de tu existencia que consagres al estudio, al amor y a la justicia.
Atento y vigilante frente a un mundo requemado con oscuras y siniestras pasiones, de ti dependerá el nuevo tipo humano, enriquecido con las verdades Espíritas que, destruyendo “los prejuicios de sectas y de castas” darán nacimiento al artista y al filosofo, al científico y al sacerdote, los cuales irradiaran luz y no tinieblas, amor y no odio, paz y no guerra, libertad y no esclavitud.
Los discípulos de Allan Kardec son los antiguos Cristianos reencarnados en un siglo de descomposición moral y de creciente materialismo, con la misión de mantener con firmeza la antorcha que alumbra el planeta desde la trágica noche del Gólgota.
Para cumplir esta noble acción deben afirmar su personalidad moral y espiritual, vivir intensamente, de instante en instante, con mente creadora y con perfecta armonía del corazón y de la inteligencia.
Los senderos que llevan a la cumbre de esta nueva personalidad humana serán transitados por los Espíritus, decididos a realizar la obra de fraternidad, igualdad y libertad, esencia de las Doctrinas Evangélicas de Cristo, así como de todos los grandes Seres que se ofrendaron en el plano físico en aras de la raza.
El Espiritista, así como todo espiritualista que alienta estas nobles inquietudes, es joven, cualquiera sea su edad, si se mantiene en permanente vinculación con las leyes divinas de elevación, progreso y transformación ascendente de todo cuanto alienta y vive en el plano terrenal.
En homenaje a: SANTIAGO A. BOSSERO, In memoriam.
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