REFLEXIONES, CONSEJOS Y MÁXIMAS DE ALLAN KARDEC
R.E. de marzo de 1859
Médiums interesados
Es preciso ubicar en la primera fila de los médiums
interesados a los que podrían hacer de su facultad una
profesión, dando lo que se acostumbra llamar consultas o
sesiones remuneradas. Sin ser ellos completamente iniciados
en el Espiritismo, se comprende lo que esto tendría de
degradante; pero cualquiera que conozca un poco las difíciles
condiciones en que los Espíritus buenos se comunican con
nosotros, su repulsa por todo lo que sea de interés egoísta,
y que sepa cuán poco es preciso para alejarlos, nunca podrá
admitir que los Espíritus superiores estén a disposición del
primero que los evoque a tanto por hora; el simple buen
sentido rechaza semejante suposición. ¿No sería también
una profanación evocar por dinero a su padre, a su madre, a
su hijo o a su amigo? Sin duda que de este modo se pueden
obtener comunicaciones, pero ¡Dios sabe de qué fuente! Los
Espíritus ligeros, mentirosos, traviesos, burlones y toda esa
turba de Espíritus inferiores vienen siempre; ellos están
siempre listos a responder a todo; San Luis nos decía el otro
día en la Sociedad: Evocad a una roca y ésta os responderá. El que
quiera comunicaciones serias debe, ante todo, compenetrarse
de la naturaleza de las simpatías del médium con los seres
del Más Allá; ahora bien, aquellas que dan afán de lucro no
pueden sino inspirar una muy mediocre confianza.
Médiums interesados no son únicamente aquellos que
podrían exigir una retribución fija; el interés no siempre se
traduce en la expectativa de un lucro material, sino también
en los fines ambiciosos de cualquier naturaleza, sobre los
cuales se pueden fundar esperanzas personales; éste también
es un defecto que saben muy bien usar los Espíritus burlones
y del cual se aprovechan con una destreza y con una astucia
realmente notables, forjando mentirosas ilusiones en los
que así se colocan bajo su dependencia. En resumen, la
mediumnidad es una facultad dada para el bien, y los
Espíritus buenos se alejan de quien pretenda convertirla en
un trampolín para conseguir cualquier cosa que no responda
a los designios de la Providencia. El egoísmo es la llaga de la
sociedad, y los Espíritus buenos lo combaten; por lo tanto,
no es posible suponer que se pongan a su servicio. Esto es
tan racional que sería inútil insistir más en este punto.
Los médiums de efectos físicos no están en la misma
categoría: estos efectos son generalmente producidos por
Espíritus inferiores, poco escrupulosos en lo que respecta a
los sentimientos morales; un médium de esta categoría,
que quisiese explotar su facultad, podría por lo tanto
encontrar quien lo asistiera en esto sin gran repugnancia;
pero ahí también se presenta otro inconveniente. El médium
de efectos físicos, al igual que el de efectos intelectuales, no
ha recibido la facultad para su satisfacción personal: le ha
sido dada con la condición de hacer un buen uso de la
misma, y si de ella abusa puede serle retirada o incluso
volverla perjudicial a sí mismo, porque en definitiva los
Espíritus inferiores están subordinados a los Espíritus
superiores. Los Espíritus inferiores se complacen en
mistificar, pero no les gusta ser mistificados; si de buena
gana se prestan a las bromas y a las cosas curiosas, no quieren
que se los explote más que a los otros, y prueban a cada
instante que tienen su propia voluntad, que obran como y
cuando mejor les parece, lo que hace que el médium de
efectos físicos esté todavía menos seguro que el médium
escribiente, en lo que se refiere a la regularidad de las
manifestaciones. Pretender producirlas en días y en horas
fijas, sería dar muestras de la más profunda ignorancia.
Entonces, ¿qué hacer para ganar dinero? Simular los
fenómenos; es lo que puede suceder no sólo con quienes
hagan de ello un oficio deliberado, sino también con las
personas – aparentemente sencillas – que se limitan a recibir
cualquier retribución de los visitantes. Si el Espíritu no
produce manifestaciones, se lo suple: la imaginación es tan
fecunda cuando se trata de ganar dinero; es una tesis que
desarrollaremos en un artículo especial, a fin de ponerse en
guardia contra el fraude.
De todo lo expuesto, concluimos que el más absoluto
desinterés es la mejor garantía contra el charlatanismo,
porque no existen charlatanes desinteresados; si dicho
desinterés no siempre asegura la buena calidad de las
comunicaciones inteligentes, quita a los Espíritus malos un
poderoso medio de acción y cierra la boca a ciertos
detractores.
Textos extraídos de las obras de Allan Kardec
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