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OBJETIVOS: . Promover el estudio, la difusión y la práctica de la Doctrina Espírita, prestando atención fraterna a las personas, .que buscan esclarecimiento, orientación y amparo para sus problemas espirituales, morales y materiales; .y que quieran conocer y estudiar la Doctrina Espírita en sus aspectos científicos, filosóficos, sociales, morales, espirituales y religiosos.

domingo, 2 de noviembre de 2014

  LOS GRANDES PROBLEMAS; 
                                      EL UNIVERSO Y DIOS
      Por encima de los problemas de la vida y del destino sobresale la cuestión de DIOS.

      Si estudiamos las leyes de la Naturaleza, si perseguimos la belleza ideal en que todas las artes se inspiran, siempre y en todas partes, por encima y más allá de todo, encontramos la idea de un Ser Superior, necesario y perfecto, fuente eterna del bien, de la belleza y de la verdad, en quien se identifica la ley, la justicia y la suprema razón.

     El mundo, físico y moral, está gobernado por leyes, y estas leyes denotan una inteligencia profunda de las cosas que rigen. No proceden de una causa siega; el caos y la casualidad no pondrían el orden y la armonía. No emanan de los hombres; unos seres pasajeros, limitados en el tiempo y en el espacio, no podrían crear leyes permanentes y universales. Para explicarlas lógicamente es preciso remontarse hasta el Ser generador de todas las cosas. No se podría concebir la inteligencia sin personificarla en un ser; pero este ser no viene a agregarse a la cadena de los seres...

Es el Padre de todos, la fuente misma de la vida.

     La personalidad no debe entenderse aquí en el sentido de un ser que posea una forma, sino más bien como un conjunto de facultades que constituyen un todo consciente. La personalidad, en la más alta acepción de la palabra es la conciencia, y en este sentido es en el que Dios es una persona o más bien, la personalidad absoluta, y no un ser con una forma delimitada Dios es infinito y no puede ser individualizado, esto es separado del mundo, ni subsistir aparte.

     El pensamiento humano; más maduro, se ha alejado de las concepciones envejecidas, ha olvidado esos fantasmas y los abusos cometidos en su nombre para dejarse llevar en un transporte poderoso hacia la Razón eterna, hacia Dios, alma del mundo, núcleo universal de vida y amor, en quien nos sentimos vivir como el pájaro vive en el aire, como el pez vive en el océano, y por quien estamos ligados a todo cuanto existe, ha existido y existirá.

     Del trabajo de todos los seres y de todas las cosas, se deduce una aspiración; la aspiración hacia lo infinito, hacia lo perfecto. Todos los efectos, divergentes en apariencia, convergen en realidad, hacia un mismo centro; todos los fines se coordinan forman un conjunto, evolucionan hacia un mismo fin; ¡Dios! Dios, centro de toda actividad, último fin de todo pensamiento y de todo amor.

     Si el hombre supiese recogerse en sí mismo y estudiarse; si apartase de su alma todas las sombras que acumulan en ella las pasiones; si desgarrando el velo espeso en el que los prejuicios, la ignorancia y los sofismas están envueltos, descendiese al fondo de su conciencia y de su razón, encontraría allí el principio de una vida interior completamente opuesta a la vida de fuera. Por ella, podría entrar en relaciones con la naturaleza entera, con el universo y con Dios, y esta vista le proporcionaría como un saboreo anticipado de la que le reservan el porvenir de ultratumba y los mundos superiores. Allí está también el libro misterioso donde todos sus actos, buenos o malos, se inscriben, donde todos los hechos de su vida se graban con caracteres indelebles para aparecer con una resplandeciente claridad a la hora de la muerte.

      A veces, una voz poderosa, un canto grave y severo se eleva de esas profundidades del ser y resuena en medio de las ocupaciones frívolas y de los cuidados de nuestra vida para recordarnos el deber.  ¡Desgraciado del que se niega a escucharlo! Un día llegará en que los remordimientos le harán comprender que no en vano se rechazan las advertencias de la conciencia.

     Existen en cada uno de nosotros fuentes ocultas de donde pueden brotar oleadas de vida y de amor, de virtudes y de poderes sin número. En ese santuario íntimo es donde se necesita buscar a Dios. Dios está en nosotros, o, por lo menos en nosotros existe un reflejo de él. Ahora bien, lo que no existe no puede ser reflejado. Las almas reflejan a Dios como las gotas de rocío de la mañana reflejan la luz del sol, cada una según su grado de pureza.

     Por esta percepción interior y por la experiencia de los sentidos es por lo que los hombres de genio, los grandes misioneros y los profetas han conocido a Dios y sus leyes y lo han revelado a los pueblos de la tierra.

                                    (Tomado del libro “después de la muerte” de León Denis)





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