INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
La caridad material y la caridad moral
El Evangelio Según el Espiritismo. Capitulo XIII (Allan Kardec)
9. “Amémonos los unos a los otros y
hagamos a los demás lo que nos gustaría que ellos nos hicieran.” Toda la
religión y toda la moral se hallan contenidos en esos dos preceptos. Si en la
tierra fueran observados, todos vosotros seríais perfectos: ya no habría odios
ni resentimientos. Agregaré además: ya no habría pobreza, porque de lo superfluo de la mesa de cada rico se
alimentarían muchos pobres, y ya no
veríais, en los lóbregos barrios donde viví durante mi última encarnación, esas
pobres mujeres que arrastran consigo
a niños hambrientos a los que les falta todo.
¡Ricos! Reflexionad un poco a cerca de
eso. Ayudad a los desdichados lo mejor que podáis. Dad, para que Dios os
retribuya un día el bien que hayáis hecho; para que encontréis, al salir de
vuestra envoltura terrenal, un cortejo de Espíritus agradecidos, que os
recibirán en el umbral de un mundo más dichoso.
¡Si supierais la alegría que experimenté
al reencontrar en el más allá a aquellos a los que había prestado servicio durante
mi última existencia!...
Así pues, amad a vuestro prójimo. Amadlo
como a vosotros mismos, pues ahora sabéis que ese menesteroso al que rechazáis,
sea tal vez un hermano, un padre, un amigo, al que expulsáis lejos de vosotros.
En ese caso, ¡cuánta será vuestra desesperación al reconocerlo en el mundo de
los Espíritus!
Deseo que comprendáis debidamente en qué
consiste la caridad
moral, esa que todos pueden poner en práctica, esa que no cuesta nada desde el
punto de vista material y que, sin embargo, es la más difícil de aplicar.
La caridad moral consiste en ejercer la
tolerancia mutua, y es lo que menos hacéis en este mundo inferior donde por el
momento estáis encarnados. Creedme, existe un gran mérito en hacer silencio
para que hable otro más ignorante que vosotros. Ese es también un tipo de caridad.
Saber hacer oídos sordos a una palabra burlona que se escapa de una boca habituada
a denigrar. No ver la sonrisa desdeñosa con que os reciben esas personas que,
muchas veces equivocadamente, se consideran superiores a vosotros, mientras
que, en la vida espiritual, la única verdadera, están a veces muy por debajo.
Ese es un merecimiento, no desde el punto de vista de la humildad, sino desde
el de la caridad, porque no prestar atención a las equivocaciones de los demás
es caridad
moral.
Con todo, esa caridad no debe ser impedimento
para la otra. Cuidaos, sobre todo, de no despreciar a vuestro semejante. Tened
presente siempre que os he dicho: cuando rechazáis a un pobre, es probable que estéis rechazando a un Espíritu al que
habéis querido, y que de modo circunstancial se halla en una posición inferior
a la vuestra. De hecho, yo he vuelto a ver aquí a uno de los que fue pobre en la tierra, a quien felizmente
auxilié en algunas ocasiones, y al cual por mi parte ahora imploro asistencia.
Recordad que Jesús dijo que todos somos
hermanos, y pensad siempre en eso antes de rechazar al leproso o al mendigo.
Adiós. Tened presentes a los que sufren.
Y orad.
(Hermana Rosalía. París, 1860.)
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